Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 21 de enero de 2012

Tenshi - Capitulo 8- Luciérnagas en pleno amanecer. I


Capítulo 8

Luciérnagas en pleno amanecer.

Me obsesioné. Quedé turbado. Sólo podía pensar en las múltiples posibilidades de una vida alejada de mí. Pensé en buscarla, ir yo mismo a indagar o pagar a otros para que hiciera el trabajo sucio. Si bien, acabé recordando el dolor que había sufrido por no dejar que Frederick viviera alejado, sordo y mudo, de mi mundo lleno de mentiras y frío. Si bien, todas las noches solía describir mis extraños sueños. Era como si ella me buscara en las sombras dándole luz y sentido a todo.

Su voz venía en mis en mis ensoñaciones, me despertaba perlado en sudor rosáceo por culpa de la sangre que supuraba y aún podía escucharla taladrándome el cerebro. Sentía como si ella rogara el encontrarme, como si su único deseo fuera estar a su lado. Si bien, en mis pesadillas, o sueños, ella se mantenía joven y hermosa. Se veían sus ojos llenos de deseo, sus labios de pulpa de sandía, sus mejillas de porcelana, sus cabellos negros como la propia noche, sus lozanos muslos intactos y sensuales, sus turgentes pechos y sus diminutos tobillos como si el tiempo no hubiera sido cruel, como si fuera una muñeca inmortal.

“Búscame, búscame más allá de los verdes campos de follaje invernal. Búscame lejos del bullicio de los seres sin sombra y de tiempo limitado. Búscame donde las ramas de los cerezos carguen sus flores y creen una belleza reflexiva.

Búscame por cielo, mar, aire y tierra.

Búscame en rascacielos de cristal, quizás te observo desde ellos. Búscame entre las rocas y guijarros de un riachuelo que quizás refresque mis pies cansados, cansados de bailar. Búscame entre los campos de trigo, olivo o fresas.

Búscame en las tablas de un teatro, entre sus vestidores y telones.

Sé que encontrarás el camino, y si no lo hallas yo volveré a encontrarte con una de esas tontas casualidades de libros románticos. Mi vampiro, mi ángel... mi amante.”

Sus palabras se repetían como si fuera un eco. La ciudad se movía a distinto ritmo. Las personas parecían moverse de forma agitada y acelerada, mientras que las nubes caminaban lentamente por el cielo y el viento se movía a cámara lenta, como el resto del mundo. Si bien, el tiempo cambiaba y entre los caminantes podía hallar sus ojos fijos en mí. Podía encontrarla en Londres, Tokyo, Barcelona o Nueva York. Eran grandes ciudades, distintas vistas y personas a su alrededor. Si bien, los últimos sueños eran de una aldea perdida en medio de los bosques de Galicia. Conocía aquel lugar con precisión. Siempre había amado la magia de aquel lugar, el aroma de un pergamino antiguo lleno de magia y poder natural.

Sin embargo, calmaba su voz y sus recuerdos con sangre. Cada noche un gran banquete me esperaba. Asolaba las calles más putrefacta, los barrios bajos y la pesadilla de muchas madres. Hijos llenos de odio, seres que se dedicaban a matar a otros, o a sí mismos, con la droga. La heroína, así como otras, entraron en mi organismo y me daba un valor vacío y estúpido. Me sentía poderoso, a pesar que ya lo era, y me hundía en la basura más hedionda. Bebía del gaznate de borrachos, prostitutas, camellos y enfermos por las drogas. Recorría las calles llevándome lo peor de cada casa, lo hacía para regalárselo al infierno.

Los crímenes se amontonaban, algunos cuerpos eran hallados en el cementerio en los regazos de los ángeles de tumbas y panteones. Muchos de los cuerpos flotaban en el lecho del río y los menos entre cartones frente a las iglesias. Nadie daba crédito a tal oleada de crímenes, pero muchos parecían dormir más tranquilos al saber que la escoria moría lentamente. Si bien, no eran los únicos. Las mujeres más hermosas me tentaban, me hacían recordar que no podía tenerla y eso provocaba en mí una frustración terrible. Algunas cayeron en mis brazos, otras las dejé escapar sin motivo alguno.

Comenzó a correr la noticia de un demente. El Ayuntamiento no quería perder turismo, así que intentaban mantener las formas y las mentiras. La alcaldesa unida con el jefe de policía comenzaron a emitir comunicados, a silenciar familias y a ocultar cadáveres. Decían que eran actores, cadáveres legados a la ciencia o simplemente suicidas. Si bien, había grupos de jóvenes que visitaban los cementerios intentando encontrar al vampiro o demonio, sea cual fuere mi naturaleza, los cuales eran al principio minoría y acabaron siendo una verdadera plaga. Tuve que dejar mis juegos en la gran ciudad y trasladarme a otras cercanas, y a barrios periféricos cercanos al puerto.

Un joven logró seguirme la pista una noche de cierta neblina. Sus cabellos eran una mezcla entre el rojo más pasional y un caoba intenso, cada mechón estaba más revuelto que el anterior, y tenía unos ojos salvajes almendrados. Su piel era de mármol, parecía un muñeco perfecto hecho por un artesano. Su sangre era atrayente, como sus labios carnosos y los pensamientos que rondaban en su mente. Aparentaba muchísimos años menos de su edad real, pero su estatura era la de un coloso de cercanos dos metros.

-¡Sé qué eres!

Logró decir mientras lo contemplaba dudando de matarlo o dejarlo ir, marchándome de allí como siempre y era de esperarse. Dijo aquello con tanta firmeza que me golpeó un atisbo de miedo.

-¿Y qué soy?

Respondí de forma brusca tras una larga carcajada. Era gracioso, y a la vez terrible, encontrarse humanos de su talla y alma rondando las mismas calles que un neófito. Parecía un cazador de almas, un asesino de seres como yo.

-Vampiro.

Aquel susurro que creó una pequeña nube de vaho de entre sus labios, mostrándose desafiante con la mirada y firme con sus puños cerrados.

-Deja los cuentos de hadas, muchacho.

Me giré para continuar mientras dejaba que mis pies se movieran como los de un humano, no debía delatarme aún más. Sabía como habían acabado muchos de mis congéneres. Además, estaba prohibido darse a conocer de esa forma y no cazar para silenciar. Si bien, él me provocaba una atracción distinta a la sed de sangre.

-Mi madre estaría confundida entonces.

Fui entonces hacia él, quedándome frente a frente escudriñando su mente y sus ojos. Podía leer en ellos aunque eran un pozo de brea, ya que la oscuridad se cernía en ellos como un cuervo cruel. Mis manos cayeron sobre sus hombros y sus recuerdos fueron míos. Todos los recuerdos, buenos o malos, comenzaron a mostrarse como una vieja película.

-Llévame con tu madre.

Las imágenes que él me mostró fueron de Carolina. Ella había regresado a buscarme, pero no me encontró. Decidió olvidarse de mí, como parecía haber hecho yo con ella. Decidió que era el momento de alejarse y ocultarse. Se casó con un hombre, el cual la dejó por culpa de los cuentos que narraba a su hijo. Pero eso fue después de recorrer el mundo como bailarina, ella cumplió su más preciado sueño.

1 comentario:

MuTrA dijo...

Me entristece saber que llega el fin de esta novela, pero cada vez me dejas más intrigada. Espero la siguiente parte. ^^

Besotes precioso. :*****

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt