[10
horas más tarde]
Cuando
llegué del hospital me quedé en silencio. Mis ojos se quedaron
fijos en la caja y la documentación. Un sudor frío recorría mi
frente mientras mis piernas dolían como si me acabaran de dar una
paliza. Todo mi cuerpo estaba tenso, pero sabía que podía relajarme
en cuanto mi mente se fugara a los recuerdos que se iban alojando en
mi materia gris. Me mordí el labio inferior de forma nerviosa y me
abalancé contra los folios.
-No
importa que antes me provocarais espanto, ahora os necesito como un
yonki a su dosis.
Las
palabras fluían en mis labios mientras leía aquello con ansias.
Nuestras discusiones eran casi tan fogosas como nuestras
reconciliaciones. No admitía que lo tuviera apartado de mi mundo, un
mundo tétrico y lleno de corrupción. Era incapaz de hacerle
comprender que no debía tocar mis documentos, pero él deseaba
conocerme hasta sumergirse en la brea más tóxica y pegajosa. Los
documentos que poseía sobre ciertos casos tenían relación, a mi
parecer, pero no encontraba el hilo conductor. Deslicé mis ojos
hacia la pared pudiendo comprender entonces al cien por cien de qué
se trataba aquellos recortes.
“Entonces
se movió histérico por toda la casa, sus tacones se escuchaban como
si fueran martillos taladrándome mi cráneo. Llevaba varios días
sin dormir a base de café y todo tipo de refrescos energéticos. Mis
ojos cansados lo contemplaban con cierta pasividad, mientras él
gritaba y lloraba culpando a todos los recortes. Se parecía a un
animal encerrado en una pequeña jaula con una rabia a punto de
explotar, una de esas explosiones provocadas por una bala y que dan
como resultado un estallido que quiebra el cráneo y lo convierte en
trozos pequeños parecidos a los de un vaso cuando se rompe.
-Eres
un maldito enfermo. ¡Estás enfermo Travis! ¡Ese maldito trabajo
tuyo que no te lleva a ninguna parte! ¡Acéptalo! ¡Eras un caso
perdido y te venía grande!
Sus
gritos, esas palabras tan duras que golpearon mi rostro como si
fueran puñetazos, me hicieron levantarme de la silla rompiendo la
mesa que estaba frente a mí. Golpeé duramente la superficie rugosa
de madera podrida que sujetaba aún a duras penas mi máquina de
escribir y una taza vacía de café. Me dirigí hacia él y cual
monstruo colérico abofeteé su rostro.
-Me
has golpeado...
Aquel
tono quebradizo de su voz fue duro escucharlo, así como ver sus
lágrimas cristalinas bañar su rostro. Me había tocado algo
preciado, algo tan preciado como él. Buscaba la verdad y quería
limpiar mi honor, pero había perdido mi orgullo por el camino y la
parte de hombre que toda bestia posee.
-No
me vuelvas a tocar...
Susurró
acobardado al ver mis ojos inyectados en ira. Mi manos se volvieron
garras y lo agarré duramente por el cuello. Mi lengua se hizo paso
en su boca y lo besé mientras mi mano derecha comenzaba a tantear
bajo la falda de su vestido. En pocos minutos le había arrancado la
ropa y tirado al colchón haciéndolo mío. Sus gritos eran gemidos y
alaridos de desesperación. No podía negarse que lo disfrutaba, pero
a la vez le frustraba el motivo de ese acto tan irracional.
Cinco
días más tarde llamaron a mi puerta. Era la policía. Me informaron
que debía ir a declarar sobre la desaparición de mi pareja, lo
habían encontrado. Pensé por unos minutos que jamás te llaman a
declarar cuando se encuentra vivo, pero el ser humano se aferra a
cualquier esperanza. Pensé que quería denunciarme por haberlo
violado y humillado, sin embargo no fue así.
La
última imagen que poseo de él es en una camilla de la sala de
autopsias. Aunque su rostro estaba tan deformado que dudo que fuera
él, pues aún no lo creo.”
No
pude proseguir aquella tarde. Un nudo en el estómago y en mi
garganta me lo impedían. Miles de dudas comenzaron a sobrevolar mi
mente. Los recuerdos parecían volver a borrarse y convertirse
nuevamente en un folio en blanco. Pensé que yo mismo lo había
matado, pero no me creía tan ruin como para haberlo hecho. Sin
embargo, es algo que ni siquiera hoy tengo claro.
1 comentario:
Perdona por haber tardado tanto en contestar tu comentario, pero estos días apenas me paso por los blogs porque estoy bastante liada.
Lo primero, quería decirte que siento mucho que la muerte de tu abuela. Imaginó que ha sido un golpe muy duro para ti, y comprendo perfectamente que no hayas tenido ni ganas ni fuerzas para pasarte por los blogs. Lo cierto es que llevaba algún tiempo preguntándome qué habría sido de ti e imaginé que habrías tenido algún problema personal grave. Tienes todo mi apoyo porque, aunque no te conozco personalmente, conozco tu alma a través de tus escritos, y por lo que puedo percibir de ellos, eres una persona maravillosa. Espero que la situación mejore poco a poco y que vuelvas a recuperar la alegría, aunque será difícil, pues has sufrido un golpe muy duro.
Gracias por pasarte por mi blog y mucho ánimo. ¡Un beso! Att. Athenea Escritora.
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