Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 30 de diciembre de 2012

Conversaciones existenciales





Había pasado algún tiempo, realmente perdí la cuenta. Y de nuevo, él estaba allí. Parecía aquel ángel de la Iglesia, pero con ropas modernas y limpias. Sus mejillas estaban coloreadas por la primera víctima de la noche. En sus ojos noté sorpresa, pero a la vez parecían apagados. Se notaba melancólico, aunque siempre tuvo ese ligero aire de niño perdido en medio de las brumas.

-Armand.-dije encaminándome hacia él, con pasos firmes y cortos.-Ha pasado mucho tiempo.-susurré quedándome frente a él, acariciando sus hebras de fuego, para luego sonreír antes de abrazarlo.

-Ha pasado más del que yo había deseado esta vez.-murmuró.-¿Sigues con tus locas ideas de ser santo o se perdieron por el camino?

-Las locas ideas del pasado quedan atrás, todo atrás. Ahora, sólo deseo vivir los cambios revolucionarios de este siglo y cobijarme entre los jóvenes sintiendo ese renacer de los viejos ideales. Tengo deseos de convertirme de nuevo en un artista, en alguien que admiren. Sabes que yo sin seguidores me siento solo, a pesar que todos me arropéis.-reí antes de apartarme y apoyar mis manos en sus hombros.-Te veo bien.

-¿Cómo deseabas verme?-preguntó con una leve sonrisa.-Siempre buscas una excusa para quebrantar normas, hacer lo que desees y terminar saliéndote con la tuya. El maestro te detendrá.-lo último lo dijo como si lo cantara, porque sabía que Marius jamás me dejaría hacer una locura más que nos delatara.

-No lo sé, no sé como deseaba verte. Pero he recordado la primera vez que nos encontramos.-dije notando que su gesto cambió, así como se giró y echó a caminar lejos de mí.

-Sabes que esa etapa de mi existencia aún me perturba, que todo lo que sucedió en los años siguientes me hizo sentir...-se giró y me miró.-¿Por qué tú y no yo?

-Ya hemos discutido mil veces ese asunto.-respondí notando que sus ojos parecían los de un niño.

-Armand...-susurré antes de tomarlo por los brazos y pegarlo a mí.-Deja que sienta tu frío y duro cuerpo contra el mío, deja que te abrace como si fueras un hermano y que pueda sentir tu dolor. Que pueda sentirlo, así como los celos que te hirieron.

-No eran celos, simplemente me dolió que él no me explicara que seguía vivo.-respondió apresurándose a desmentir lo que todos sabíamos.

-Armand, te he encontrado en esta ciudad... Nueva York. Una ciudad que está llena de almas, pero no como la tuya.-murmuré acariciando sus cabellos.

-Aún no estoy convencido de eso.-dijo en un murmullo.-Pero digamos que te creo ¿por qué querías encontrarme en esta ciudad llena de almas?

-Quería saber qué nuevas travesuras has estado haciendo.-dije sonriendo al notar que sus ojos volvían a tener esa magia especial.

-He descubierto un nuevo aparato, un aparato que es el divertimento de los jóvenes de hoy. Se juega con el cuerpo, tú eres la barita o mando. Es como magia. Incluso tengo una mascota virtual. Sin embargo, ahora no funciona.-dijo frunciendo el ceño

-¿Qué hiciste?-interrogué alzando una de mis finas cejas.

-Nada.-respondió negando lo evidente.-Unas mejoras.

-La abriste, lo hiciste. Destrozaste la consola para ver qué había dentro y cómo se formaba esa magia.-él agachó la mirada y al alzarla sus ojos parecían romper a llorar.-Oh, Armand...

-¿Entonces? ¿Mi mascota virtual?-dijo agarrándome del brazo.-¿Ya no podré jugar?

-Veremos si encontramos quien lo arregle, pero mejor compra otra y esta vez déjala tal y como compraste el producto... no lo abras.

Caminaba con él por la calle, como si se tratara de un niño perdido y yo de su acompañante. Pasé mi brazo sobre sus hombros y sonreí notando la dulce brisa que corría por aquellas calles de Nueva Orleans. Estábamos de nuevo juntos, no sabía cuándo se rompería la magia de soportarnos. Él siempre me había deseado como un niño que quiere un juguete, pero sabía que después de tenerme a su lado unas largas horas mi presencia era insufrible. Yo jamás lo podría contemplar de otra forma que la de un ángel un tanto cruel, muy caprichoso y a veces con una curiosidad típica de un gato.

-Acompáñame esta noche, por favor.-dijo tomándome de las manos, sonriéndome de forma encantadora y haciéndome perder por completo la conciencia.

¿Cómo negarme? ¿Cómo? Ya lo había hecho años atrás, en muchas ocasiones le había negado aquello. Si bien, me vi tentado a concederle ese capricho y otorgarle mi compañía sin contemplaciones ni barreras. Me abrazaría a él, tomaría su mano y dejaría un beso sobre sus cabellos si así lo deseaba.

Hice que me acompañara hasta mi apartamento. Había adquirido recientemente una vieja casa señorial, la había reformado sin quitarle la belleza de otras épocas, de mi época. Los muebles estaban situados de forma estratégica para que todo fuera más amplio, y por supuesto eran altamente lujosos. No me reprimí en ningún detalle, ni en gasto alguno. Estaba eufórico cuando pensaba en aquel apartamento, sobretodo en el piano cercano a uno de los grandes balcones cargados de macetas que tendrían flores todo el año.

Permití que pasara detrás mía, como si fuera un niño perdido en plena ciudad y ahora un buen samaritano le diera consuelo. Cerré la puerta tras él y me saqué la chaqueta. Él se quedó contemplando todo, con su curiosidad habitual. Y por supuesto, no tardó en dar con las pequeñas cosas tecnológicas que había adquirido por mero impulso.

Dejé las llaves en un cenicero, cercano a la entrada, para después descalzarme y sentirme aún más cómodo. Él sin embargo, se aproximó al piano acariciándolo mientras miraba mis lienzos. Había comprado algunas pinturas en subastas prestigiosas, pero otros eran de talentos verdaderamente desconocidos y maravillosos.

Se veía como un niño, realmente era prácticamente eso cuando fue convertido, y yo un joven arrogante y pretencioso que siempre lo deseché. Él me deseaba, como deseaba un juguete, y yo sería su juguete esa noche.

Mis manos llegaron a las hebras de fuego de su cabello, acariciándolos lentamente mientras sonreía leve. Ese cabello que parecía hecho de seda, pura seda, y que en esos momentos se enredaban en mis dedos. Parecía componer entre ellos una melodía desconocida y a la vez tan común en mis sentidos que despertaron mi pasión.

Dejé sus cabellos para acariciar sus hombros mientras besaba sus mejillas, su cuello y finalmente bajo su mentón. Él simplemente se dejaba hacer con los ojos cerrados y una sonrisa lasciva. Estaba logrando hacer que me rindiera frente a él. Lo giré lentamente y sus manos fueron a los botones de mi camisa, quitándolos con cuidado.

-Sin miedos Armand, soy todo tuyo esta noche.-dije tomándolo del mentón para saborear sus labios. Estaban cálidos, no hacía mucho que había bebido de algún pobre infeliz.

Mis manos se colaron bajo su camiseta, acariciando el borde de su pantalón, para terminar sacándosela, así como él hizo que mi camisa cayera a un lado, sobre la alfombra. Lo tomé de la mano y me senté al piano, permitiéndole que me acompañara.

Sus labios al fin besaban mi cuello mientras mis dedos tocaban una sinfonía olvidada para él, una inspirada en Bach pero con arreglos hechos por mí en un momento de delirio. Pronto una de sus manos se dirigió al cierre de mi pantalón, poco a poco hizo que la cremallera cediera y sus dedos pudieran colarse entre la ropa.

-Deja que te de las gracias por tu compañía.-murmuró cerca de mi oído, para luego inclinarse mientras sacaba mi miembro.-No dejes de tocar.-lanzó a mi mente mientras su lengua se dedicaba a complacerme.

Cerré los ojos visualizando la partitura, dejando que mis dedos se movieran por si solos, y que la parte baja de mi cuerpo se dejara llevar por su boca. Pronto estuve moviendo mis caderas y él arrodillado frente a mí. Nada más acabar la partitura bajé una de mis manos hacia su cabeza, comencé a dejar caricias sobre sus cabellos y terminé pegando más su boca a la base de mi miembro.

-Dame placer Armand.-dije con voz quejumbrosa, disfrutando de aquellos labios tan suculentos.

Terminé apartándolo de mi miembro firme y húmedo por su saliva. Él sonreía complacido esperando que yo le hiciera disfrutar. Acabé levantándome para arrastrarlo hasta mi habitación. Una habitación que estaba decorada al estilo Luis XVI. Allí lo recosté en la cama, después de acabar por arrancarle la escasa ropa que le quedaba.

Mi boca y mi lengua dieron buena cuenta de su piel, sobretodo la de sus nalgas. Quedó de espaldas a mí en aquel colchón, entregándomelas sin pudor alguno. No podía, más bien era imposible, no sentirse tentado a morderlas mientras estimulaba su miembro. De sus labios se podía escuchar sonoros y profundos gemidos.

Pero me aparté, lo bajé del colchón y tan sólo coloqué parte de su cuerpo sobre este. De ese modo abrí sus piernas y entré de una estocada. Pude sentir como se cortó su aliento y escuchar después un desquiciante gemido.

-Has sido un niño muy malo Armand.-dije con burla mientras lo atraía hacia mí con mis manos, mientras alejaba mi pelvis de él.

Notaba como temblaba y veía como tiraba de las sábanas, sus gemidos se volvieron más continuos y desquiciantes. La locura se estaba produciendo y yo ya era preso de ese placer que esta regalaba. Mis caderas parecían descontroladas, mientras su espalda se arqueaba y los músculos de sus brazos se contraían. Incluso noté lágrimas de placer en sus ojos llenos de lívido, mientras sus labios no podían cerrarse ni un sólo segundo.

-Les... Les... ¡Lestat!-gritó manchando finalmente mi cara sábana de satén rojo tinto.

Su esfínter hizo guillotina a mi henchido miembro, tan duro y deseoso de él, que terminé dentro notando aquella maravillosa presión. Grité mi placer en un gemido ronco, para después saborear el sudor sanguinolento que cubría incluso la zona superior de mis labios.

Hacía tanto tiempo que no sentía esa clase de placeres mundanos que me sentí vivo de nuevo. Aunque no era mi amado Louis, él me dio esa vida que tanto deseaba. Terminamos entrelazados entre las sábanas de mi cama, sintiendo el cuerpo del uno contra el del otro... hasta entrado el siguiente atardecer.  


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Los personajes pertenecen a Anne Rice, esto es sólo un fanfic en tributo a sus novelas y personajes.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt