Lo épico siempre nos llama la
atención, deseamos ser héroes toda la vida y cuando tenemos que
hacerlo nos acobardamos. Si tuviésemos que alzar la voz por todas
las injusticias que vemos estaríamos afónicos, pero somos cobardes
y ciegos.
Solemos decir mucho más que todo lo
que vamos a hacer. Tenemos miedo a lo imposible y lo posible nos
aterra aún más. Creemos que no seremos aptos para luchar, nos vemos
débiles ante el futuro y caemos en la preocupación de un "tal
vez".
Somos un quiero y no puedo, un estorbo.
Y sin embargo, a veces nos envalentonamos y sacamos fuerzas. Creo
sinceramente que son esas veces cuando realmente somos válidos,
cuando sinceramente vivimos.
Hemos venido a esta vida sin mucho ¿por
qué nos queremos ir llenos de riquezas que no nos valdrán nada con
el paso de los años? Mejor es quedarnos con nuestros escasos
momentos heroicos, con la sonrisa que hemos puesto en otros rostros y
con un poco de amor.
Podemos ser amos de nuestro propio
mundo, señores de un territorio que otros no pisarán, pero el miedo
nos congela. Y cuando se rompa ese miedo, cuando vivamos realmente, y
nos demos cuenta de todo entonces seremos Reyes. Yo estoy intentando
ser rey ahora mismo, tomar la libertad de luchar. Doy la cara, no la
espalda, y tenderé la mano a quien la desee.
Estaré en medio de una nevada
tendiendo la mano con una sonrisa cálida, esperando que alguien la
tome para que pueda darle un abrazo cálido. Eso es lo que necesitan
muchos, un abrazo cálido en un día gélido de invierno.
Espero y deseo que aquellos que tomaron
mi mano este año vuelvan a tomarla el año próximo, porque yo
tomaré las suyas y les abrazaré deseándoles ayudarlos en el camino
más apoteósico que es la vida.
Os deseo, a todos mis lectores y
cordiales amigos, un feliz fin de año y un inicio de este que esté
lleno de sorpresas. Aún queda mucho de la Navidad y mucho por vivir.
Disfruten de los suyos, de esos que aún están, y recuerden con una
sonrisa a los que una vez les dieron su cariño y su mano.
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