Darky, Yoko y Jeannette son tres personas muy especiales para mi. Son mis tres locas. Son chicas divertidas que siempre me sacan una sonrisa. Jeannette es la persona que me ha brindado su amistad durante más tiempo, unos escasos meses antes que Andruw. Yoko la conozco desde hace mucho tiempo y Darky desde hace más de un año, casi dos, y para mi ha sido una fortuna conocerlas a las tres.
Mira más allá.
-¿Estás?
Un susurro cortó el silencio. La voz
infantil y risueña cruzó la habitación oscura donde se encontraba
su otra mitad.
-Estoy aquí, junto a ti como cada día.
Respondió con una carcajada
característica de su espíritu jovial.
-Menos mal, creí que te habías
perdido una vez más.
Tomó asiento mientras acomodaba los
pliegues de su falda, en la penumbra tan sólo se veía el reflejo de
la escena en un pequeño espejo del tocador cercano a la ventana.
-No puedo hacerlo, tú y yo siempre
estaremos juntas.
Musitó con un deje comprensivo y
dulce.
-Juntas para siempre.
La luz se encendió mostrando una
habitación vacía, una muchacha llegaba sacándose los zapatos para
acomodar sus pies en unas cómodas zapatillas de andar por casa.
Soltó su larga cabellera, la cual peinó suavemente para recogerla
mucho mejor. El vestido del uniforme del instituto cayó sobre la
silla y la cartera sobre la cama. Corrió entonces hacia su libro
favorito y lo llevó a su pecho con una sonrisa. Allí se albergaba
la felicidad y la fantasía, dos hermanas que la hacían siempre
transportarse a mundos que ella jamás conocería. Ni la enfermedad,
ni la soledad, tampoco los malos ratos causados por comentarios
extraños borraban su sonrisa, porque en esa habitación tenía un
libro que la hacía olvidarse de todo viajando a mundos diversos,
mundos que nadie nada más que ella podía narrar como si hubiese
estado en ellos.
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