Mis fríos y huesudos dedos contra tu
cuerpo,
frágil, tan quebradizo, como la
escarcha,
se hundían en tus magullados pómulos
mientras mi lengua buscaba la verdad de
tu boca.
Una melodía fúnebre surgía de mi
corazón,
el último adiós, quizás, de mi
felicidad.
Me envolvía en el humo de tu
cigarrillo
y el alcohol de mi whisky solo.
Mis fríos y huesudos dedos marcaban el
ritmo,
desaté las cuerdas de tus muñecas y
caíste.
En mis labios un murmullo compuso el
himno
de las notas de un piano lejano y
triste.
Eres la viva imagen de la amargura,
una muñeca rota que cayó en locura.
Eres la mujer que creé para amar,
la Eva que surgió para mi, Adán.
El frío del invierno cubre tu cuerpo
de flor,
admiro la tenacidad de tus mejillas y
su rubor.
La melodía fúnebre de mis fríos
dedos
son las caricias de un hombre que aún
te ama.
La última noche en la tierra del
quizás,
el mañana tal vez y el quiero pero no
puedo.
Mi último deseo que se desvencija y
cae,
lo último que no puedo darte.
Fotografía: Atsushi Sakurai
Poema: Versos convulsos
Autor: Ángel González
No, no estoy mal. No, mi novia sigue a mi lado. No, no es algo que pueda explicar. Simplemente surgió.
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