Aquí dejo las "Impresiones" de Lestat de Lioncourt sobre algunos fragmentos narrados por Quinn, personaje del Santuario. Está dedicado a Quinn, mi hermanito.
Los personajes no son míos, lo sé, pero esto es un tributo al libro y también a una persona. No es algo con lo que yo gane algo, más bien invierto mi tiempo en hacer para que otros disfruten.
IMPRESIONES
Su obsesión le había hecho jurar y
perjurar en más de una ocasión que era su único amor. Loco por
ella, por su rostro de niña, sus ojos de mirada intensa perdidos en
miles de historias que ella únicamente conocía, esas cintas en sus
cabellos que le daban aquel toque infantil pero perverso, y como
olvidar sus manos que apoyaban su mentón. Sí, obsesión. Pura
obsesión.
Amarla se había vuelto en una
obsesión, una dulce y agradable tortura, que le hacía sentirse
valiente y al fin ocultar tantas noches donde deseaba poner fin a su
vida. Un muchacho de dieciocho años enamorado puede cometer locuras,
pensar locuras, y realmente disfrutarlas más que cualquier adulto.
Sin embargo, había algo de encantador en todo ello. Es como si lo
hubiesen sacado de un libro romántico y lo colocaran a mi
disposición para examinarlo. Louis hubiese disfrutado con aquello,
sin duda. Pura tragedia griega de un amor imposible pero a la vez tan
vivo. Aún así, ese muchacho cautivaba con su mirada azul intensa y
sus cabellos azabaches.
¡Cielos! Por momentos quise
estrecharlo como hubiese hecho un padre con su hijo. Quería
reconfortarlo por la tragedia que había vivido, esos años tan
oscuros donde él veía luz. Era como sus fantasmas, oculto en la
oscuridad sin ver salida viable. ¡Oh! ¡Quinn que encantador era! Y
sin embargo, hice algo que ni siquiera con otros logré hacer. Guardé
silencio hasta el final del acto.
Eran tan sólo unos niños jugando en
un jardín salvaje. El jardín que él mismo había dispuesto. Una
tarde de verano cerca del cementerio, allá donde todo podía ser
posible, y donde los fantasmas moraban con sus propias reglas
impuestas a los vivos. Eso y nada más eran. Muchachos con unas
cualidades inusuales. Ni siquiera sabían el verdadero peligro,
inocentes hasta la médula.
Él se consideraba un chico atractivo,
aún así se sentía cautivado por los halagos que ella le profesaba.
En medio de aquel mundo intoxicado con estúpidos comentarios de
entes que se resistían a ir a la luz, vigilados por su hermano
gemelo que no llegó a vivir demasiado, y con aquella perturbada
llamada Rebeca, como la Rebeca del pozo que colgaba en los camafeos
de su tía Queen.
¿Qué podía pensar de su historia? Me
encontraba ante un muchacho que desnudaba su vida ante mi
completamente fascinado por quien era yo. Podía sentir como su mundo
se desmoronaba y se alzaba, como si fueran fichas de dominó o
simples naipes. Uno amontona las fichas, las hace caer, y vuelve a
montarlas. Eso era su vida, fichas que iban encajando y de golpe
caían.
Por unas horas nada tenía sentido
¿quién era Goblin? ¿Un espíritu puro? ¿Un fantasma? No
importaba. Me hechizó la historia de su pasión por Mona, pensé que
una mujer que podía volver así de loco a un hombre debía ser
extremadamente hermosa. Podía acceder a su mente pero no lo hice,
preferí saborear su imagen en mi cabeza e imaginarla como si
estuviese sentada a su lado.
Me dieron ganas de gritar que estaba
loco, sí. Estaba loco por esa chica, loco por los misterios que
rodeaban su mundo, y aún así tenía el coraje de buscarme, cosa que
le hacía estar más loco aún. Pude matarlo pero no quise, un
intruso en mi vivienda que pude matar, pero preferí averiguar todo
lo que él podía ofrecerme. ¡Era una nueva aventura! ¡Algo nuevo e
intenso! Mi hermanito se había cruzado en mi camino para que
narráramos una nueva aventura.
Después cuando conocí a Mona lo
comprendí, cualquier hombre habría caído envenenado en su belleza.
Pero el más desquiciado de los hombres, el más honesto, era Quinn.
El muchacho al final tuvo a su Ophelia Inmortal, y yo una nueva
criatura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario