Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 18 de mayo de 2013

Tu destino


Texto guardado a D. Talbot
Para el Jardín Salvaje




La habitación de hermosos cuadros antiguos, los cuales estaban pintados al óleo, era indescriptible y hermosa. Caí mareado al suelo con las manos sobre la madera acariciando sus betas, las cuales hablaban de años en el bosque esperando a ser talada. Mis fríos dedos temblaban asustados por una bocanada de aire frío. Al alzar mi vista lo vi. Era un elegante fantasma de sonrisa tenue y cabellos bien peinados. Llevaba un traje que ya no se estilaban, pero que sin dudarlo me recordó a los usados por mi abuelo e incluso por mi padre cuando era joven. Me incorporé acomodando mi chaqueta y corbata, así como mis cabellos que quedaron revueltos sobre mi frente.

-Aquí hallarás tu destino, muchacho- su voz era agradable y el aroma a té envolvía todo.

Viajé por un segundo a mi hogar. Un pequeño piso que siempre tuve, del cual jamás me deshice, donde guardaba algunos de mis documentos más importantes por recuerdos, o vivencias, tan hermosas como peligrosas. Pude sentir la alfombra bajo mis zapatos y mis manos acariciando los muros robustos pero estrechos. Un lugar donde tuve un perro, mi fiel Peter, que murió ciego y sordo de un oído. El aroma a tierra húmeda danzaba junto al té y en un segundo cambió todo por la primavera de New Orleans. Fuera llovía, era cierto, pero no había aroma a té sino a jazmines y dondiegos, así como algunas margaritas que crecían libertinas por el jardín exterior.

-¿Cuál destino? ¿No lo hallé ya?-pregunté pero no había nadie.

El frío había descendido y el calor tórrido comenzó a provocar que las primeras gotas de sudor se deslizaran por mi frente. Con elegancia saqué un pañuelo de algodón de mi bolsillo derecho y lo presioné mientras suspiraba pesadamente.

-Detesto que los fantasmas vengan a mí y desaparezcan- comenté con reproche-. ¿Por qué esta vez he sentido que lo conocía? ¿Será él? ¿Julien Mayfair?

Lestat había narrado junto a Tarquin el suceso de Julien, mi viejo amigo me había incluso recordado como el muchacho hablaba con detalle de sus ropas elegantes y sus ojos sosegados junto a esa sonrisa. Pero hasta el momento no había encontrado la posibilidad de hablar con él, de saber quizás algo más sobre Merrick. Sin embargo, unos pasos de mujer llamaron mi atención además por su fuerte presencia.

Allí estaba ella, Mona Mayfair, que me atrapó con su mirada sutil y su sonrisa envenenada en rojo carmín. Me aproximé a ella para pedirle una disculpa, pues había entrado en su hogar sin pedir siquiera permiso. Sin embargo, ella tan sólo rodeó mi cuello con sus brazos y sonrió. Vestía un elegante y vaporoso traje rojo, igual que sus cabellos, que caía alegremente hasta sus tobillos, pero no dejaba nada a la imaginación pues podía ver la forma de sus piernas. Sus tacones eran de aguja y muy altos, tanto que sentí vértigo por ella.

-Hola David- dijo con una leve sonrisa aproximando sus labios a los míos, rozándolos con deseo mientras sus manos pasaron por mis hombros hasta mi torso- David, soy una mujer ocupada y desconocía que tú quisieses interrumpir mis asuntos.

-Mona Mayfair- deseaba alejarme de ella pero una ráfaga de aire frío volvió a empujarme contra ella y escuché una carcajada en mi oído derecho.

-¿A caso no quieres saber lo que le he enseñado? David, usted es todo un caballero pero necesita quitarse el polvo de encima ¿cuánto hace que no entra dentro de una mujer? Incluso yo lo he hecho hace poco, es tan satisfactorio ahora como antes.

-¿Has oído eso?-pregunté con curiosidad sin alejarme de mis modales, pero una mano fría me agarró por la muñeca izquierda y la dejó justo en la parte baja de la espalda de Mona. En ese instante, la cremallera de su vestido cayó y con él la escasa ropa que llevaba colocada, pues éste no tenía tirantes.

-No he oído nada- rozó mi boca con la suya e introdujo su lengua acariciando mis dientes. Sin pensarlo dos veces estaba besándola mientras la rodeaba con firmeza.

Por caballerosidad debo admitir que fue una noche de lo más inquietante. El calor de nuestros cuerpos se mezcló con la humedad de aquel lugar. Sus largas piernas me aprisionaron y olvidé por completo que estaba frente a una presencia que jugaba con mis pensamientos introduciéndose en ellos. Recordé que era tener a una mujer entre mis brazos y sentir al fin que mi corazón volvía a latir, aunque fuese por unos breves segundos, cuando llegué al paraíso besando sus mejillas de nieve. Mona Mayfair se convirtió en mi obsesión, un amor que no puedo dejar de lado y que quiero sentir cada día al otro lado de mi cama.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt