En el cajón de los recuerdos
allá en el almacén del olvido
donde los sueños muertos
son las telarañas de los vivos.
En el cajón del adiós para siempre
se encuentran mis fantasías.
¿Recuerdas mi sonrisa al verte? Creo
que sólo me amabas porque te reflejabas en mis ojos. He llegado a
esa terrible sensación. Yo era pura oscuridad y tú te veías como
la luz de una mirada de un joven que se apagaba. La locura ya yacía
en mi pecho, pero tú la liberaste. Me hiciste creer en miles de
sueños que luego rompiste. Las promesas no valieron nada para ti,
pues prometiste tantas cosas que luego no sirvieron para nada salvo
para convertir en piedra mi corazón. Si llegué a ser un monstruo
fue tu culpa.
He llegado a culparte de cada lágrima
porque he aprendido que mi llanto fueron causados por el amor que te
tuve. Me abandonaste como si fuera un muñeco de trapo. No
comprendiste mi discurso. Ni siquiera luchaste por convencerme de lo
contrario. Dejaste que me destruyera por completo y sin necesidad de
tirarme a la bebida como hacen muchos pobres diablos.
En el cajón de los recuerdos,
allá donde nada queda
sigo vivo observándote con rencor
y recordando que el dolor no se borra
porque aún mi alma te nombra.
Nicolas de Lenfent
El Jardín Salvaje
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