En ocasiones los recuerdos pueden
formar parte de miedos que nos paralizan, atropellan las ideas y las
fulminan convirtiéndolas en un amasijo imposible de descifrar. Esos
recuerdos que queremos suprimir no suelen ser los más hermosos, sino
los horribles y despiadados. Sin embargo, es mucho más fácil
olvidar cientos instantes de felicidad que uno de dolor, tristeza y
soledad.
Lo recuerdo perfectamente. El brillo de
su mirada clavada en la mía. Aquellos labios que se movían con una
sonrisa burlona dándole un aire desenfadado. Su cabello ondulado
caía por su rostro dándole aspecto de ángel benevolente, sin
embargo esas patas que tenía y sus alas lo decían todo. Aunque él
me mostró la forma que una vez tuvo, haciéndome apreciar su
verdadera belleza y tentándome con todas sus fuerzas. Estuve a punto
de caer y decir que sí, sin embargo mi sensatez y miedo lograron que
huyera.
En ocasiones lo recuerdo y puedo
sentirlo cerca. El susurro cálido de su aliento en mi nuca, sus
manos estrechando mis hombros y esa mirada cargada de inquietante
inteligencia parecen perseguirme. Ya no es desagradable, pero
desearía que no ocurriera con frecuencia. Hay momentos en los cuales
siento un terror terrible y en otras la desesperación por comprender
que desea de mí me ahoga. Sé que quiere algo más de todo lo que ha
confesado, lo sé.
Memnoch sigue jugando a las cartas
aunque ya no sé si soy su única apuesta.
Lestat de Lioncourt
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