Talbot me ha permitido subir este texto a mi blog, el cual es suyo, para que se deleiten con él.
Lestat de Lioncourt
Desde que era tan sólo una niña había
escuchado pasos a su alrededor, risas que no provenían de ninguno de
sus familiares y el sonido de una melodía familiar que la acompañaba
desde la cuna. Decían que su casa estaba embrujada, pero otros
pensaban que la pequeña sólo tenía una imaginación atroz y que en
la casa no sucedía absolutamente nada. La pequeña crecía rodeada
de atenciones y preocupación, sobre todo en los días previos a las
fiestas más concurridas en las cuales decía escuchar con mayor
fervor, por parte de sus amigos imaginarios, canciones e historias
que helarían la sangre a cualquiera.
Su padre estaba tan preocupado que
había llevado a la niña a importantes psicólogos y psiquiatras,
así como médicos infantiles, los cuales sólo pudieron comentar que
la pequeña sufría de una imaginación hiperactiva y que no era nada
que tuviesen que temer. No obstante, y a pesar de todos los exámenes
e informes, el pobre hombre se sentía desgraciado pues el resto de
sus hermanos mayores no podían ver ni oír nada y por lo tanto
sostenían que era parte de ella de forma exclusiva.
Se habían mudado a la gran caserona
hacía tan sólo cuatro años, prácticamente los mismos que tenía
la pequeña, y resultaba ser propiedad de unos difuntos tíos de su
madre, la cual se desvivía en atenciones hacia sus hijos y
especialmente hacia la pequeña de cabellos dorados, piel
extremadamente pálida y delicada, mejillas sonrosadas y ojos de un
profundo aguamarina. Era encantadora. Sin duda ambas tenían una
belleza idílica y propia de novelas que harían suspirar a hombres
como mujeres por tanta belleza, candor y delicadeza que ambas
mostraban así como una entereza e inteligencia propias de unas
mentes privilegiadas.
La madre sostenía que eran hechos
ciertos los que narraba su hija, lo cual llevaba a ambos padres a
discusiones infinitas. La pequeña, ajena a los problemas que se
levantaban a su alrededor, bailaba con aquellos espectros como si de
hadas o ángeles se trataran. Decía ver un niño de su edad, varias
mujeres muy hermosas y un hombre de aspecto similar al del difunto
tío de su madre.
A pesar de todo, aunque las discusiones
eran eternas, el matrimonio se mantuvo unido buscando lo mejor para
sus hijos y porque su amor era demasiado fuerte, intenso y real como
para destruirlo. De ese modo, entre peleas y caricias, la pequeña
creció convirtiéndose en una mujer hermosa, inteligente, seductora
y tachada de loca por toda la ciudad.
“Aún puedo verlos y no los temo.
Ellos no están aquí para dañarme.” su cándida voz decía
aquellas palabras reiteradamente. Tenía dieciocho años y sus
hermanos ya estaban cerca de la treintena. Muchos de ellos se habían
marchado fuera de la ciudad para no ser relacionados con tan
magnífica y loca criatura. Sin embargo, ella vivía aún a expensas
de sus padres a pesar que estudiaba e intentaba ganar su propio
salario colaborando con hermosos relatos bajo seudónimo en el
periódico local.
Cierta noche se escucharon murmullos
por la casa, pisadas y una música tan sensual como alegre. Ella
decidió bajar para indagar a sabiendas que era parte del otro mundo,
un mundo al cual cruzaba diariamente y que convivía con él sin
miedo alguno. Estaba cerca la noche más especial para ella, la de su
cumpleaños y la Navidad. Cumpliría al fin los dieciocho y no sería
una cifra cercana, sino algo real. Desde hacía meses decía tener la
edad apropiada para ser independiente por completo, pero sus
documentos decían lo contrario y también las habladurías.
Al bajar, precipitadamente por la
escalera, observó a todos vestidos de gala. Eran maravillosos.
Aquellos hombres, mujeres y niños que decían amarla. Ellos la
tomaron entre sus brazos, bailaron durante horas y a la mañana
siguiente amaneció muerta. Sufrió una muerte dulce entre sueños,
aunque apareció descalza con el cabello enmarañado y sobre la
hermosa alfombra que presidía el salón de fiestas.
Tras una autopsia se reveló que la
joven había padecido toda su vida una afección en el corazón, la
cual terminó por salir a la luz hacía unas semanas y por ello se
sentía profundamente fatigada. Sin embargo, nadie echó cuenta a su
salud física y sólo miraban su mente, la cual jamás estuvo
disfuncional.
Las navidades se convirtieron en dolor
para toda la familia, incluso para el pueblo que extrañaba a la
joven con la cual se mofaban y a la vez envidiaban por su belleza y
suspicacia, sin embargo la noche del treinta y uno, justo a las doce
campanadas, su padre se hallaba en el salón observando los viejos
álbumes de fotografía hasta que sintió pasos. Unos pasos descalzos
y apresurados. Cuando alzó la vista la vio tan hermosa como siempre,
con su vestido favorito y una sonrisa pintada en sus labios. Él
quedó atónito y comenzó a llorar cuando la imagen se desvaneció.
Pensó que estaba volviéndose loco, pero la imagen de la joven
cobraba fuerzas y pronto muchos vecinos juraban verla danzando en el
jardín, igual que si fuera una bailarina, mientras no veían que sus
pies tocaran el suelo.
Junto a ésta historia podrá ver
numerosas fotografías de la familia, varios audios de la vivienda en
completo silencio donde se escuchan pasos perfectamente entre otros
documentos. Creado para Talamasca por parte de D. Talbot en Febrero
de 1971.
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