Bonsoir
Tengo algo para ustedes de parte de Armand ¿tal vez se está ablandando? Quizás.
Lestat de Lioncourt
Sentía sus manos sobre mi pelo,
acariciándolo dulcemente y con fascinación igual que si fueran ríos
de sangre, una sangre espesa y suave como la seda. Podía percibir el
aroma fresco y atrayente de su piel. Sus cabellos dorados rozaban la
punta de mi nariz, pues se hallaba inclinado en la cama sobre mí.
Aquella túnica roja, tan roja como mi pelo y mis mejillas en ese
momento, se pegaba ami figura desnuda y frágil. Mis dedos se
hundieron en el colchón y finalmente mis brazos se alzaron, como si
fueran inmensas alas, hasta el cielo de sus hombros apoyándose con
delicadeza.
Abrí mis ojos y vi su alma reflejando
la mía. Aquello era irresistible. Podía contemplarme en su mirada,
completamente fascinado e intrigado, mientras que él podía admirar
mi cuerpo tiritando por las múltiples sensaciones que él me
ofrecía. Besó mis labios con ternura y convirtió aquello en un
desatado beso cargado de pasión. Jadeé cerca de su boca y me aparté
aterrado por vender mi alma a un diablo extremadamente hermoso, un
ángel que pintaba a otros ángeles que realmente eran demonios
corruptos como lo era yo.
-Amadeo- logré escuchar en un
murmullo- Amadeo.
Entonces desperté súbitamente rodeado
de oscuridad, en una cama de tacto áspero y con el silencio del
amanecer roto por el trino de algunas aves. Me llevé ambas manos a
mi rostro y me eché a llorar. Esos momentos estarían siempre en
algún lugar de mi alma, no muy recóndito pues solía ir a
buscarlos, y que me jugaban malas pasadas. No quería volver a su
lado, ni siquiera admitir que le extrañaba, porque eso significaría
haber vuelto a perder otra vez.
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