El padre del monstruo es un texto de Armand hecho para Marius. En él muestra quien es el verdadero monstruo y culpable que él siga en el mundo.
Lestat de Lioncourt.
Ocasionalmente me he dejado llevar por
mis sentimientos hasta sentirme desolado. Me convierto en una burla
de mí mismo. Contemplo mis ojos apagados en cualquier espejo y
siento que necesito desinhibirme por completo. En más de una ocasión
he mirado mis manos blancas, de uñas puntiagudas y perfectas,
pensando que son sin duda parte de una maquinaria perfecta para
arrancar la vida a pedazos a quien interrumpa en mi camino.
Soy un ángel de corazón de piedra que
aún recuerda los viejos mecanismos del amor. Me conmuevo cuando no
debería y siento como se quiebra. Sé que estoy perdido y no voy a
encontrar jamás la forma de caminar hacia la salida, pues me he
transformado en un monstruo y he construido a mi alrededor mi propio
laberinto. No soy Ícaro soñador, sino el propio Minotauro.
Igual que en el Jardín de las Delicias
del Bosco me encuentro ante mis pecados, ofreciendo estos sin pena ni
gloria, con las manos extendidas y la mirada apagada. Soy mi propio
demonio y también ángel descarado de la guarda. Promulgo muerte y
destrucción como si fuera una hermosa Aria.
Hoy me encuentro ante un cuerpo que yo
mismo he cercenado. He logrado descuartizar a un hombre que aún
estaba vivo. El dolor lo fue matando. Tiene los ojos vidriosos y
parecen llenos de sueños que yo mismo he destrozado. Tiene los
labios carnosos y parecen exhalar aún el último suspiro. Sus manos
son grandes, igual que sus extremidades y él mismo. Tiene una piel
gruesa y curtida por una vida llena de excesos. Debería odiarlo,
pues su aspecto es nauseabundo, pero sin embargo le amo del mismo
modo que amo a la ciencia y al Señor.
Sé que si estoy ante él, ofreciéndole
mis caricias en sus cabellos rizados de color negro, es porque las
grandes decepciones que mi maestro me ha ofrecido son terribles. Él
es culpable de cada uno de mis crímenes porque yo soy el mayor de
todos los que ha cometido. Veía en mí un querubín, pero en
realidad era el ángel de la muerte arrastrando una carga de odio tan
terrible como puro.
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