Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 14 de marzo de 2014

El monstruo perfecto

El monstruo perfecto es un texto de Armand y Louis. Son parte de unas breves memorias de Armand sobre quien fue su compañero durante algunas de´cadas. 

Lestat de Lioncourt 

—El mundo ha cambiado para ti—dije sin ser invitado.

Se hallaba en un enorme salón. Olía fuertemente a cera, pero también a tinta, y las pequeñas llamas de las velas se movían insinuantes mientras dejaban pequeños fragmentos de luz. Estaba sentado en un escritorio estilo vitoriano. Los detalles eran magníficos y las flores talladas, y engarzadas en pan de oro, parecían surgir de un prado cargado de fantasía. Su espalda se hallaba encorvada y parecía escribir.

Nadie me había dado paso en su inmensa mansión donde se guarecía del resto de inmortales. Él quería tener sus momentos de intimidad lejos de las suntuosas fiestas que solían ofrecerse en Villa Lioncourt. La mansión sureña de Lestat era conocida como El Jardín Salvaje, pero también con ese sutil guiño a su persona. Él huía de los increíbles jardines repletos de mortales y las risas que estallaban en las diversas salas. Aquel lugar cubierto de mármol, hermosos cuadros de paisajes bucólicos y muebles de anticuario era su santuario.

Su cabello negro caía en elegantes ondulas sobre sus hombros, cubriendo parcialmente su espalda, y las prendas que había elegido le daban un aspecto elegante, aunque de otra época. Llevaba una camisa de chorreras blanca, un chaleco verde cacería con estampados verde prado, botas de cuero y pantalones negros. Quería tocarlo, pero no me atrevía.

—Louis—musité aproximándome sin hacer ruido.

—Me encuentro ocupado—respondió dejando la pluma a un lado para girarse hacia atrás.

Quise abrazarlo como si fuera un ángel misericordioso, acariciar su rostro y pasar mis dedos por aquellas hebras tan oscuras. Sin embargo su mirada esmeralda me paralizó. Su rostro tenía un aspecto extremadamente hermoso, con sus pómulos marcados y sus labios sutiles sonriéndome con cierto desafío. Di un paso atrás aguardando sus movimientos.

—¿Qué deseas?—preguntó acercándose a mí.

Su ropa era muy distinta a la mía. Sólo llevaba un jersey de cuello tortuga en tono celeste, unoos pantalones tejanos deslavados y unas deportivas blancas. Tenía el pelo suelto, revuelto y algo sucio por haberme arrastrado por ciertas calles para conseguir mis víctimas.

—Armand—susurró mi nombre antes de inclinarse para mirarme directamente a los ojos.

—Saber de ti—dije encogiéndome de hombros.

Sus labios se posaron sobre los míos e instintivamente respondí ese beso, un beso que me electrocutó provocando que dejara mis manos sobre su chaleco. Su lengua se hundió en mi boca y comenzó a dominarme. Mi alma se agitó recordando aquellas veces donde fui suyo, inevitablemente suyo. Mi cuerpo tembló pegándome a su figura mientras sentía sus brazos rodeándome. Sabía que ya no era aquel inmortal conocí, el cual temía vivir solo, sin embargo sentí la emoción de aquellas primeras veces.

Sus manos acariciaban mi espalda adentrándose bajo mi camiseta, jugando con sus dedos por mi columna, mientras yo buscaba como sujetarme a él. Mis ojos se cerraron mientras mis mejillas se coloreaban. Deseaba que me hiciese suyo, pero entonces paró apartándome mientras reía negando con la cabeza.

—¿Tan desesperado estás?—preguntó mirándome con aquellos enormes y profundos ojos verdes.

—Yo...—cerré los ojos intentando no desvanecerme. La ira y el dolor atenazaron mi alma.

—Posiblemente has vuelto a tropezar con Marius y él se ha burlado de tus sentimientos. Tal vez incluso has ido a llorar cerca de otro hombre, o mujer, pero no has logrado burlar los sentimientos encontrados que tienes hacia Daniel o Marius. Ellos siempre serán tus grandes adoraciones aunque Benji y Sybelle te den su compañía. Molloy representa tu fracaso y Marius la derrota—aquellas palabras se escuchaban frías, pero sinceras, y las noté en mi corazón como navajas que se clavaron en mi pecho ahogándome.

—¿Por qué?—susurré tembloroso a punto de romper a llorar.

Él me torturaba porque había ocultad la verdad de Claudia. Nunca me perdonó por completo todo lo que había ocurrido. Desde que comprendió mis silencios, al narrar la historia a David, se convirtió en un ser lleno de odio que deseaba derramar sobre mí como si fuese lava.

Se paseaba por la sala apagando las velas una a una, dejando que sus pasos elegantes se perdieran en las sombras, hasta que con la última, entre sus largos dedos, iluminó su rostro hasta que se apagó de un soplido. Segundos más tarde caí al suelo derribado por su figura, la cual me arrancaba la ropa mientras mordía mi cuello.

El ser que tenía sobre mí no era para nada el vampiro de mirada bucólica, sino un salvaje con lengua afilada y hermoso rostro. Sus besos eran fieros y podía notar sus dientes romper mis labios. Sin embargo fue su miembro, completamente duro, lo que me hizo gritar al introducirse entre mis piernas. Mi espalda se alzó del suelo y mis manos quisieron impedir que siguiera, pero rápidamente me dejé hacer gimiendo como una puta barata. Su lengua rodeaba mis pezones y los succionaba con sus labios, los largos dedos de su mano derecha me estimulaban apretando mi glande y la mano zurda tiraba de mis cabellos pelirrojos.

—¿Esto viniste a buscar?—su voz era algo más ronca que lo habitual, pero sin duda tenía ese acento que tanto me excitaba—. ¡Responde!—gritó.

—Louis... —susurré llevando mis manos a su rostro para palparlo en la oscuridad. Sus facciones perfectas me hacían desearlo.

Llegué a un orgasmo rápido y violento, pero aún fue más violento apreciar como él salía de mi interior para salpicar mi rostro y torso con su esperma. Me había marcado como si fuera un animal. Mis piernas temblaban completamente abiertas como si aún esperaran abarcarle. Quería tocarlo, pero él se alejaba precipitadamente hacia la puerta. Escuché un fuerte portazo y yo quedé allí tirado en mitad de la oscuridad, con el olor a cera impregnando todo como si estuviera en mitad de una iglesia y el murmullo silencioso de los libros.


Me percaté entonces que yo no había dejado de llorar. Mis lágrimas corrían por mis mejillas manchándolas con riachuelos rojizos, perdiéndose en mi cuello y cabellos. Allí tirado como si no valiera nada, ni siquiera una mísera oración por mi alma, comprendí que seguía siendo el chiquillo que llevaban rumbo a ninguna parte en un barco sin nombre, con una tripulación terrible y con el olor a mar impregnado con las sucias sábanas que me ofrecían.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt