Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 30 de abril de 2014

Hablar con un idiota

Una conversación mía con Marius ¿no desean saber sobre qué?

Dedicado a Pandora y Armand. 

Lestat de Lioncourt 



—Buenas noches Marius—dijo entrando en la sala donde me hallaba rodeado de majestuosas pinturas, muchas de ellas meras reproducciones y otras creaciones propias que destacaban por sus intensas miradas. Cualquiera se hubiese vuelto loco pues parecían moverse, saludar y seguir con sus acciones en la obra. Pero Lestat parecía disfrutarlas, sobre todo las de los colores más vivos—. Jamás entenderé nada sobre arte, pero me gustan tus obras.

—Gracias por tu sinceridad—respondí con un leve gesto mientras me giraba hacia él.

Suspiré y negué con la cabeza al verlo vestido de ese modo. Parecía un joven descuidado, con el cabello sin peinar completamente encrespado y una sonrisa de haragán demasiado marcada en sus labios. Sí, era un muchacho para siempre y él disfrutaba del disfraz burlándose de todos. Un demonio muy listo, sin duda, pero a la vez muy torpe. Vestía pantalones de cuero, una camisa blanca sin mangas y una chaqueta de cuero que descansaba en su hombro derecho como si fuera una capa.

—Pasaba por aquí y recordé que habías adquirido una pequeña casa. No sabía que te gustaría quedarte en New Orleans—sonrió de forma traviesa y se aproximó a uno de los cuadros.

¡Qué distintos éramos! No sabía porque Pandora insistía en nuestro parecido. Yo vestía con un traje sobrio, con un elegante chaleco y corbata rojos, una camisa blanca pulcra y unos bonitos gemelos. Además, mis gestos eran más medidos pero los suyos eran los de un alocado. Elegancia tenía, sin duda, pero sus pisadas eran a veces toscas; aunque era posible, por supuesto, que fuese por sus botas pesadas que pisoteaban manchadas de barro mi hermoso suelo.

—Sólo es una casa cualquiera, pues mis palazzos son más interesantes, frescos y agradables. Además, están lejos de ti y tus tonterías—le aseguré.

Lestat se echó a reír a pura carcajada y se aproximó a mí llevando sus manos, de largos dedos, a mis hombros mientras me miraba. Parecía divertirse con mi expresión sosegada, pero eso tal vez sólo era una apreciación mía.

—Vine a ver qué tal tu vida—susurró con una sonrisa canalla que no midió. Sabía que era atractivo y lo gozaba, del mismo modo que conocía sus límites y los trasgredía—. Aunque creo que te he encontrado en un mal momento, ¿verdad?

—Me hallaba meditando sobre la vida y su simbolismo—respondí sintiendo como alejaba sus manos de mí y se quedaba mirándome antes de alejarse.

Recorría la sala como un animal encerrado buscando la pregunta clave. Sabía que la curiosidad le mataba y le haría entrar en un ritual demencial para conocer, aprender y maldecirme. Sí, me maldeciría con sus sonrisas y silencios. A veces sentía que nunca me escuchaba pro más que quisiera aprender.

—¿Me cuentas a que términos llegaste?—preguntó sin siquiera girarse, pues se quedó frente a una de mis mejores pinturas. Era una pintura donde aparecía Amadeo, mi Amadeo y no el ser grotesco que a veces puede llegar a ser, y Pandora.

—El simbolismo de la vida queda plasmado en el arte desde cualquier ángulo en el cual el pintor desee—expresé—. La vida brota del pincel y mancha el blanco lienzo como si fueran suspiros, caricias o besos. La pintura cobra sentido con los tonos más oscuros y pasteles, se alza del dramático blanco para llegar al estallido de sensaciones que puede provocar el conjunto. Hay obras buenas, comunes y mediocres... pero todas tienen un sentido para aquel que las pintó—sus pasos se habían detenido y decidió tomar asiento en uno de los divanes de terciopelo rojo que se hallaba.

—Así que quieres comprender el mundo del arte y mezclar todo con el mundo real—asentí a sus palabras—. Las pinturas, como la música, son sentimientos plasmados y lo comprendo. Sin embargo, lo veo más como momentos del pasado y fantasía. Es decir, no puedes pintar algo del presente porque dentro de unos días no estará. Sólo puedes comprender el detalle del pasado.

—He llegado a comprender que el mundo como un cuadro lleno de detalles y yo los he ido tocando, sintiendo, comprendiendo y alejándome de ellos porque a veces queman más que el fuego. Mi ira hace que todo lo amado desaparezca y quede sólo una fina lámina de rencor, frustración y desdicha—murmuré acercándome a él para sentarme a su lado y mirarlo fijamente—Así que tienes razón, miro el pasado. Me gusta meditar sobre el pasado para no cometer los mismos errores—susurré.

—¿Qué errores?—sonrió de forma burlona—. Si tú, el que todo lo sabe, nunca comete errores. Ah, bueno sí. Olvidaba que sí cometes, pero que nadie te los echa en cara.

—Lestat...

—Bueno, te dejo seguir—dijo dándome una palmada en la pierna mientras sus ojos brillaban por la impaciencia. Estaba regodeándose, pero no iba a permitirle que jugara con atajos.

—Te decía que me el rencor, frustración y desdicha es todo lo que he conocido. Por eso me alejé de Armand, pues una vez amé con toda la intensidad y acabé desarmado. Los ojos oscuros de Pandora aún me persiguen y sus palabras testimoniales, firmes y llenas de una fuerza inusitada para una hembra, son parte de mis pesadillas—aseguré—. También me alejé de otros que no he creado, pero que considero mis discípulos.

—Moi...—susurró señalándose a sí mismo con un aire divertido.

—Si cuento esto es porque creo que podrá servir de lección—afirmé.

—¿Por qué no actúas? Es evidente que extrañas a ese odioso y a la hermosa Pandora. ¿Por qué no vas y se lo dices? Te calientas la cabeza demasiado con simbolismos, te hundes en libros y echas fuera cualquier rayo de esperanza. Ellos te aman, te esperan con los brazos abiertos aunque sea unas noches, y tú prefieres ir cambiando de casa para que no puedan saber tu paradero por mucho tiempo. Quieres que te amen, pero te pones una coraza terrible...

—¡No sabes nada!—dije levantándome— ¡Si vas a juzgarme vete!

Él se levantó, se acomodó la chaqueta y salió de mi propiedad. Al pasar junto a la puerta se giró para verme y sonrió amargamente. Yo sabía que él tenía la razón, pero decirle que la tenía hubiese sido un gran error por mi parte.


Hacía noches que deseaba ver a Armand y volver a sentirlo como mi Amadeo. Pero sobre todo, sobre cualquier cosa, quería pedir perdón a Pandora y mirarla a los ojos rogándole un beso. Amarla como la amaba, sentirla como la sentía cuando tocaba los lienzos, era sin duda mi mayor tortura. Amo a mis dos criaturas, las amo con todo mi corazón, y nunca enmendaré los errores que he cometido con ellos. Siempre me aislaré en un aspecto frío para que la ira no rompa del todo lo poco que tengo. La ira me consume y en muchas ocasiones me hace arder en llamas.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt