Nicolas ha decidido publicar este texto en vez del poema que tenía pensado. Disfruten su odio hacia mí.
Lestat de Lioncourt
Recuerdo aquella primera noche en la
cual tuve que dormir solo. El colchón aún olía a ti. Tus sueños
estaban sobre la almohada y el hueco de tu cuerpo yacía a pocos
centímetros del mío. Una cama para ambos en la cual acunábamos
nuestras miserias. Podía soportar el enjambre de dolor que tú me
aguijoneabas con miel, una miel demasiado amarga. Recordaba tus
palabras, casi en tímidos murmullos, arrastradas por el alcohol que
se precipitaban en mi oreja.
Me sentía frustrado, cansado, solo y
dolido. Pensé que te habías ido con alguna de las fulanas que
solían acudir al teatro. Podía verlas a todas ellas enfundadas en
sus mejores vestidos, con suculentos escotes y todas aplaudiendo tu
estúpida actuación. Mi música era mediocre, pero tú siempre
habías dicho que era pura gloria. Notaba mi corazón palpitar lleno
de terror. La oscuridad de nuevo caía y mis manos temblaban. ¿Dónde
estabas tú?
Las noches se prolongaron y las horas
se acuchillaban. Quería arrancarme el corazón que yacía en el
fondo de mi pecho, allí donde las partituras más oscuras tenían
lugar y alimento, para no recordarte. Pero finalmente lo hacía. Cada
noche iba a la ventana, observaba el cielo estrellado y pensaba en
ti. ¡Y tú no regresabas!
Escuché cientos de rumores... y cuando
te vi, vivo y sin ningún mal, exploté de rabia. Me habías
abandonado y no pensabas regresar. Yo lo sabía. Si lo hiciste fue
por tu madre y no por mí. No te importaba mi sufrimiento y jamás te
ha importado. Tú deberías estar soportando a los inútiles de éste
teatro y al infame que lo dirige. ¡Tú y no yo!
Y sin embargo, a pesar de todo, te sigo
queriendo. Sigo amándote y pensando en ti cada noche. Estoy maldito.
Maldito por un amor que no puedo esconder siquiera en las palabras
más crueles. Te odio tanto como te amo y es una batalla que me
destruye.
No hay comentarios:
Publicar un comentario