El amor bajo cero es un escrito de Armand por el día de las madres. Espero que comprendan el mensaje y les guste. Armand está muy agradecido con todos ustedes por el cariño que le han demostrado. Dedicado a su madre y Sybelle.
Lestat de Lioncourt
Vienen a mis recuerdos numerosas
estampas invernales, con un frío que calaba hasta los huesos y te
hacía castañetear. La luz duraba poco en el firmamento y la noche
convertía el poblado en un desierto de ánimas aterradas por las
últimas nevadas. El murmullo de ciertas palabras por mis hermanos,
el olor a leña de la chimenea, el amargo aroma del tanino del vino y
los pasos de mi madre haciendo crujir la escalera. También estaba el
sabor de la sopa caliente; eso era lo único que tenía, sopa. Una
sopa de verduras poco frescas, carne de caza y un puñado terrible de
sal. Pero también poseía las caricias de la única mujer que he
podido contemplar cuyos ojos reflejaban el terrible abandono,
sufrimiento y dolor sin llorar.
—Andrei, hijo mío, hoy deberías
descansar porque has estado pintando todo el día—decía colocando
sus manos sobre mis hombros.
—Déjalo mujer, tiene un
don—respondía mi padre—. Debería pintar de día y de noche.
Podía notar sus dedos apretando mis
hombros, su mirada temerosa clavada en mi padre y el deseo insano de
abrazarme para rogarme que parara. Ella me quería. Yo sabía que
allí había amor. Sin embargo, cuando fui a visitarla no pude
quedarme. No era mi hogar. Ya no había nada que salvar allí ni
nadie que desear proteger. Mi mundo se había acabado y florecía
otro muy distinto.
Marius se comportó mejor que mi padre,
me dio una vida que jamás pude soñar y me ofreció la inmortalidad
temeroso de mi pronta partida. En mi lecho de muerte juré amarlo y
aún hoy lo hago, sin embargo siempre habrá un pequeño hueco para
Andrei.
Soy Armand, pero Andrei también existe
del mismo modo que existe Amadeo. Soy la evolución hecha por el
dolor, el mismo que moldeó mi alma y acarició mis heridas. Sin duda
el pecado me consume y el Señor sabe que mi camino está en la
oscuridad, sin embargo el amor también yace entre las sombras más
espesas que la brea.
Ya no soy el tímido muchacho que
ansiaba una celda, escasa comida, meditación y pinturas; por
supuesto no soy el pupilo de un mecenas con colmillos afilados y
seductora sonrisa. Ya no dirijo una secta llena de estúpidos a los
cuales lanzar al fuego si me apetecía, ni un líder de masas en un
teatro algo polvoriento. Sólo soy un inmortal con los suficientes
años para poder hablar de soledad, tragedia, felicidad y recuerdos.
El calor de una madre lo he hallado de
nuevo. Sybelle impulsándose hacia delante, meciéndose con gracia y
en silencio. Ella que me mira con ternura y susurra a veces un te amo
discreto. Mi hermoso ángel que toca incansablemente una misma
melodía, centrándose en ella y olvidándose del dolor que nos
aguarda en cada pensamiento. He encontrado unos brazos de mujer en
los cuales he hallado el amor y la paz. Un amor puro, cálido y
atractivo que se envuelve en una mirada tímida y una sonrisa
atractiva. Mi Sybelle, mi amor.
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