Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 13 de junio de 2014

Recuerdos amargos

Hacía algunas horas del concierto. Lo recuerdo como si fuese hoy mismo. La leve brisa que se levantaba por las calles y campos, alzándose como un clamor, mientras él permanecía de pie frente a la ventana, contemplando la luna como si fuera un hombre lobo, con aquellos ojos verdes tan intensos y ese rostro acongojado. Había visto el vestido. Ese que me llevé conmigo en mi caída fatídica de la torre. El amanecer estaba cerca.

—Dime qué ocurrió—dijo con la voz quebrada—. Jamás he sabido la verdad.

—Ni yo la sé—respondí—. Tampoco sé si la conoceremos.

—Era mi niña, mi hija y el amor más puro que jamás he sentido—susurró girándose hacia mí—. Él me dijo que era un inocente al creer que no era mi amante, al no verla de ese modo. Sin embargo, ¿cómo verla de otro? Era mi pequeña. Jamás creció en mis pensamientos.

—Ese fue el error—añadí tomando asiento en una silla cercana—. El de ambos.

—Lestat—mi nombre en sus labios siempre me gustó y ahora lo extraño, pues esa cadencia ya se ha perdido. El monstruo que hoy es jamás me hablaría de esa forma. Pues, el ser que ahora ocupa su lugar es un muñeco frío, cínico y cruel, que no tiene interés alguno en mostrar sus verdaderos sentimientos, si es que los tiene—. ¿Crees que descansa en paz?

—¿Quién puede asegurar eso?—pregunté—. Ni siquiera sé si Nicolas...

—¿Tu viejo amante?—frunció su ceño y se giró de nuevo, dándome la espalda.

—Sí—susurré—. Ni siquiera sé si la historia es cien por cien cierta, qué hay de verdad y de mentira, porque tampoco sé quién me respondía realmente las cartas. Armand es un pequeño mentiroso, deberías saberlo, y tú también lo eres.

—No me reproches nada, pues lo hice porque así lo sentía—dijo.

—¿Y qué debo sentir yo?—pregunté incorporándome con una súbita oleada de furia.

—¡No lo sé!—gritó apretando los puños, girándose hacia mí nuevamente para encararme, y después rompió a llorar—. ¡No lo sé! ¡No lo sé! ¡Sólo sé que ella está muerta y yo he muerto con ella! ¡Todo lo bueno que había en mí se perdió esa noche!

—¡No!—respondí agarrándolo de los brazos en un rápido movimiento— ¡No! ¡Me niego a creer que eso ha sucedido!

—¡Necio!—dijo echándose a mis brazos.

Lloraba aferrado a mí, pegado contra mi torso, mientras mis manos temblorosas acariciaban su espesa mata de pelo negro. Noté que mi madre aparecía quedándose a mi espalda, observando la escena con los brazos cruzados, mientras guardaba cualquier palabra que pudiese hacerme daño o convertir en un desastre aquella pequeña hermandad entre los tres.

—Marcho a descansar, ahí fuera—escuché.

—Madre, te amo—susurré torciendo la cabeza hacia ella.

—Y yo a ti monsieur—dijo con una suave sonrisa.

Louis no se soltó de mí hasta que lloró. Jamás había visto a un hombre, o un vampiro, llorar tanto sin ser yo. Pues reconozco que yo lloro y sé llorar, que he llorado muchas veces y aún lo sigo haciendo. Cuando lo hizo él se fue a descansar y yo también, pero Akasha me alzó por los cielos y el bramido de Khayman alertó a todos los vampiros, aquellos que aún quedaban vivos, que ella había elegido consorte.

Nada volvió a ser lo mismo. El silencio lo impregnaría todo con horrorosas visiones, el sonido del dolor lamería mi alma y finalmente sentiría que soy invencible, aunque el terror vivido me haría huella. Poco a poco él se desvincularía de mí, aprendería a vivir solo y yo a vivir con la carga de aceptar la renuncia de su amor por mí. Los recuerdos se convertirían en cenizas y humo, como nuestra pequeña, pero siempre llevaríamos con nosotros aquellos años dorados convertidos en un pequeño vestido amarillo.


Amor, eso fue todo. Amor, eso no ha vuelto a suceder.  


Lestat de Lioncourt

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt