Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 10 de septiembre de 2014

El recuerdo que más amo.

Otro recuerdo de Louis. Acepto que este me hizo llorar. 

Lestat de Lioncourt 


Si tuviera el poder de controlar el tiempo y detener las frágiles manecillas del reloj, para girarlas lentamente hacia atrás y elegir un lugar determinado en una fecha exacta, elegiría el primer día de nuestras vidas. Aquella noche trágica y dolorosa. El segundo en el cual ella me rodeó con sus brazos y sentí su cuerpo cambiar mientras sollozaba. Él hizo un acto horrible. Era una abominación. Pero soy consciente que incluso yo me sentí conmovido por ver que recobraba su belleza. Sus hermosos cabellos rizados parecían aún más dorados, sus ojos eran profundos océanos y por su pequeña boca, carnosa y rosada como los carnosos pétalos de una rosa, pedía más y más.

—¿Cómo has podido hacerle algo así?—pregunté, notando como sus pequeños dedos jugaban con algunos mechones de mi cabello negro—¡Lestat!

—Sólo hice una compañía más adecuada para ti—explicó sentándose en uno de los sillones de brazos de la habitación. Parecía algo cansado. La pequeña había bebido bastante de él. Aún se tapaba el brazo aunque ya no había corte alguno—. Ahora tienes una hija, felicidades. ¿Fue duro el parto?

—Miserable—mascullé.

—¿Por qué miserable?—frunció sus doradas cejas y me miró confuso—. Iba a morir—dijo estirando su brazo derecho hacia nosotros—. ¿Qué querías que hiciera? ¿Ser bondadoso y dejarla en esa putrefacta cama en el hospital?—ella parecía frágil en mis brazos, pero no dejaba de apreciar que era una monstruosidad lo que habíamos hecho. Un pecado. Jugábamos a ser Dios. Él hablaba del dolor de la pequeña, pero no veía lo terrible que era cambiar su destino de esa forma—. Le he dado algo mucho mejor que medicinas para calmar su dolor.

—¿Y mi madre?—su tierna voz me enloqueció. Quería estrecharla contra mí hasta que ese monstruo se apartara de nosotros. Lestat sonreía maliciosamente, prácticamente saltaba y bailaba, porque todo había salido como deseaba.

—Louis es tu madre—dijo tras una risilla.

—Pero yo tengo una mamá y un papá—respondió apartándose de mí unos centímetros.

—Cherie, ahora nosotros somos tus padres—contestó abriendo sus brazos mientras se echaba hacia atrás, recostándose en el sillón.

—Tú sólo eres un monstruo—dije frunciendo el ceño.

—Gracias, gracias, gracias...—decía maravillado haciendo una reverencia sin moverse del sitio— ¿alguna queja más, Louis? Dime, estoy esperando a que te quejes de nuevo.

—¿Y mis padres?—murmuró a punto de romper a llorar, cosa que me rompió el corazón. Se apartó de mí y se acercó a él. Se refugiaba ahora en sus brazos que la rodeaban de forma fraternal. Quería matarlo.

Viéndolos juntos parecían padre e hija. Dos seres similares en belleza. Ella lo miraba con fascinación, como se mira a un padre, y él tenía una chispa de ternura y amor que no entendía. ¿La amaba? Creo que sí. La amó tanto como yo. Nada más verla deseó amarla eternamente. Sin embargo, eso no evitaba que fuese terrible.

—En el cielo, cherie—susurró alzando su mano derecha hacia el techo—. Todos van al cielo.

—¿Con los ángeles?—preguntó con una ligera sonrisa que me terminó aniquilando.

—Oui—dijo inclinándose, para besar su frente.

—Quiero más—dijo inquieta.

—Tendrás más—le aseguró.

Y aunque fue terrible para mí, a pesar de todo, iría a ese momento para abrazarla y besarla. Era inocente. Una niña eterna e inocente. Una pequeña muñeca a la cual vestir, peinar y adorar. Una niña con la cual jugar a ser padres. Tal vez jugamos demasiado. Quizás tuvimos una vaga esperanza que nos torturaría para siempre.


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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt