Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 11 de septiembre de 2014

Pescando almas

Muy bonito el texto, lo acepto. Pero ya sabe que somos dos hombres por un mismo destino: su corazón.

Lestat de Lioncourt


San Pedro pescaba en los mares, luego se convirtió en pescador de almas y su imagen fue la piedra más resistente de la iglesia. La fe mueve montañas, pero las mareas son más fuertes y pueden transportar todo tipo de cargamentos, desde sueños a pequeños tesoros. El mar es inexpugnable. Pocos conocen algunos de sus misterios. Las sirenas son alusiones a sus peligros, al encanto que ejerce las turbias aguas que fluyen acariciando las costas. El salitre, el olor de la sal pegada al cuerpo bronceado de un marinero, puede ser evocador o simplemente una pincelada más de un bucólico día en el puerto. Debajo de la pátina azul cargada de reflejos y pequeños brillos, así como vida, hay monstruos que se agitan más allá de las pesadillas. Las corrientes de agua son los peores ejecutores, te arrastran hacia el fondo y te ahogas, después flotas como un corcho y vas a la deriva.

Yo era ese corcho. En mi vida había logrado grandes cosas, pero tenía un enorme lastre que me empujaba hacia el fondo. Me sentía ahogado, desconsolado con todo lo que había a mi alrededor, y había hechos que me hacían sentir un verdadero fracasado. Comencé a comprender que había piezas en el puzle de mi vida que no encajaban, momentos que no había logrado vivir y logros que jamás alcanzaría. No podía dejar de pensar en mi primera relación seria, en lo importante que fue para mí y en el trágico final que tuvo con un recién nacido que jamás se desarrolló. La imagen de niños recién nacidos, de fetos y de seres proyectando su nueva vida, me seducían y aterraban a la vez. No podía dejar de pensar que yo había tenido la culpa de su muerte, y el dolor era demasiado terrible. Apretar los dientes y seguir hacia delante pareció una fácil solución, pero no lo fue. No fue fácil, aunque sí rápida. Intenté encauzar mi vida siguiendo los pasos de mi trayectoria profesional, evitando enamorarme o centrarme en alguien que no fuera un cliente. Olvidé por completo que era la felicidad. Mi vida se convirtió en un pozo oscuro y siniestro donde me ahogaba, me asfixiaba, lejos de un mar lleno de olas que me arrastraran hacia la orilla de un futuro mejor.

Recuerdo como llegaba a casa, con los hombros bajos y el espíritu deteriorado. Abría una cerveza, encendía el televisor y ojeaba alguna vieja película. Después, como si nada, me deslizaba entre las viejas sábanas de mi cama y me arropaban libros de diversos autores, pero sobre todo de Dickens. Llorar era para cobardes, pero yo lloraba. Intentaba dejar que mis sentimientos no influyeran, pero todo era insoportable. Un día me marché para recordar mi infancia, pobre y desgastada como los zapatos que solía llevar, allá en los barrios donde los irlandeses intentaban malvivir. Mis orígenes. Mi humildad. La grandeza de mi padre tras las vidas salvadas y el fuego apagado, el mismo fuego que lo apagó a él para siempre. No hubo agua, ni olas, ni nada para él. Sólo un montón de llamas consumiendo su cuerpo. A penas quedó algo de su gigantesca y protectora figura. Mi madre adicta al alcohol, llena de misterio y dolor, me hacía prometer cosas imposibles. Un día ella murió, igual que él lo hizo, y todo se redujo a mi tía Viv. Mi tía Viv, mis estudios y mi pasión por las viejas construcciones de mi amada New Orleans.

San Francisco era un buen lugar, un inicio, pero no era mi hogar. Tuve que ir allí. Tuve que ahogarme para que ella me salvara, como si fuera San Pedro con rostro de ángel y ojos cargados de ciencia. Una doctora, pero no una común. Una bruja. Una Mayfair. Una mujer que desconocía su destino, igual que yo el mío. Un ser sin pasado, con mentiras acumuladas en cajas de zapatos llenas de fotografías de gente que no conocía, de enfermedad y tragedias. Un ser idéntico a mí. Llena de dolor, cubierta por él, y moldeada como una Eva en un paraíso salvaje a bordo de un barco. Dulce Cristina, dulce ella y dulce sensación de estar en casa a su lado.


Todo estaba calculado por el destino de un ser malévolo, el cual sólo buscaba su propio beneficio. Sin embargo, incluso buscando su propio bien salvó mi alma. No importa si sólo era un medio, un simple mecanismo, para su gran truco final. Lo único que sé, que sé realmente, es que ella es la mujer con quien deseo estar. La única mujer con la que podría vivir. No me importa que las heridas sean demasiado profundas, que todo lo que hayamos vivido sea una historia demasiado extraña como para ser narrada con un par de líneas, porque lo hemos sentido y ese sentimiento nos ha hecho más fuertes. Somos Mayfair, no nacimos humanos; pero sí nacimos para estar juntos.

Michael Curry  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt