Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 22 de septiembre de 2014

Requiem por el amor

El silencio opacaba todo. Un silencio que se confundía con las oraciones que cada quien depositaba. Los más incrédulos me observaban como si fuera una marioneta, sin hilos y sin titiritero, que yacía en el suelo polvoriento de una capilla. Las campanas repicaban mi nombre, cada tañido era una salve, mientras las aves se esparcían por los campos y el jardín lleno de suciedad, pecado original y recuerdos enmascarados en viejos árboles torcidos. La noche caía con todas sus estrellas y con ella la sangre en el corazón de todos los pecadores unidos entorno a mí. Yo era el mayor de todos. El pecador principal. Ante ellos estaba “Matalobos”, “El príncipe de los cielos” o “El mocoso” que rondó a todos con amor y desesperación, cólera y complicidad.

Podía escuchar frases sueltas. Algunas eran parte de riñas. La voz de mi madre sonaba como la voz de la Virgen María, pues parecía afligida y perdida. Louis sollozaba, aunque no sabía si era por mi destino o porque el recogimiento le hacía expresarse de aquel modo. Marius, y otros milenarios, guardaban silencio sentados en los diversos bancos. Armand sólo deseaba ver a Dios a través de mi sangre. David se sentía desecho, impotente, e impactado. Los escuchaba a todos. Podía sentir la presencia de aquellos que me amaban o amaron. Eran como el coro de una iglesia, su alegre y siniestro canto, que se alzaba entre cada piedra amontonada y cada columna bien colocada.

Desistieron lentamente. Poco a poco fueron abandonando la idea de permanecer a la espera. Sin embargo, acabé por levantarme, igual que Lázaro, y busqué desesperadamente una forma de expresar todo lo que veía. Seguían persiguiéndome. Podía ver las almas del Infierno retorciéndose y lamentándose. Los ángeles rondaban mi cuerpo, o más bien mi alma, y me seducían con palabras de amor y castigo. Jamás he hablado abiertamente de todo lo ocurrido en esos días. Nunca he querido tener la osadía de abrir mi corazón y exponerlo. Me siento vulnerable y maldecido. Ni siquiera sé si es cierto todo lo que aprendí, pero me cambió.

Vi a mi madre meses después. Tenía el cabello revuelto, la ropa de un hombre y fango en las botas de montar que había conseguido. Sus ojos eran tan impactantes y fieros como hace siglos. Me quedé helado. No sabía como reaccionar. Sigo sintiendo un fuerte amor hacia ella, como cualquier Edipo moderno, y corrí a ella igual que cuando era un niño. Me abracé llorando. Ella simplemente me dio un par de palmadas en la espalda, contuvo palabras duras y se expresó con la mayor amabilidad. Me escuchó durante horas y desapareció en cuanto el cansancio llegó. Aquellos días fueron agotadores.


Igual que si fuese el Mesías corrí a mi madre, la busqué, y pensé en ella en cada momento. Mi mensaje no fue dicho en un desierto, pero cayó en el olvido. Mis panes y peces se convirtieron en sangre y muerte. Sin embargo, mi amor sigue puro. Conservo un deseo exacerbado hacia el amor. He comprendido que las buenas acciones sólo se logran cuando se ama. Tengo mucho amor para dar, pero sobre todo para ofrecer a mi madre. Daría gran parte de todo lo que tengo por otro día en sus brazos, como cuando era niño, siendo cargado por ella por el castillo mientras me hablaba de Italia, Inglaterra o España. Tan sólo espero volver a encontrarte, sumergirme en tu mirada y aceptar tus silencios. Necesito caer en la tentación de amarte por siempre, pues eres algo más que mi madre.


Lestat de Lioncourt   

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt