Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 6 de noviembre de 2014

Recuerdos de una juventud terrible

Desde que era un niño he querido ser fuerte. Me he mantenido firme en mis ideas e intentado luchar por cada una de ellas. Cuando me caía tenía el apoyo de alguien que me levantaba, sacudía mis pantalones y me miraba con cierta firmeza. Veía en ella dulzura, a pesar de la espesa oscuridad y melancolía que sus pupilas me ofrecían. Mis manos acariciaban las suyas, tan frías y trémulas, que dejaba en mí la sensación de haber tocado a Dios mismo sin tener siquiera una revelación divina. Apreciaba esos segundos en los cuales yo era un niño y ella tan sólo una madre. No había dolor, tan sólo la belleza del momento.

En mí se quedó ese sentimiento amargo, el saber que moriría lapidado entre altos y gruesos muros de piedra. Mis manos se siguieron alzando buscando las suyas, mi cuerpo creció pero mi corazón siguió siendo el de un niño buscando el consuelo de sus caricias. Tuve que crecer pronto. De mi niñez poco recuerdo, de mi adolescencia sólo tengo momentos duros y sueños rotos. Ella contemplaba desde su ventana mi llegada, a lomos de mi caballo, cargado de las pocas piezas que lograba cazar con destreza. Había hambre, pero no sólo de alimento. Había sed, pero no sólo de agua y vino.

Las viñas baldías de la familia eran mi lugar más preciado. Recorría las desoladoras hectáreas, acariciaba la agrietada tierra y miraba el horizonte intentando despejar mi mente. Allí imaginaba que todo era distinto. Me imaginaba con los bolsillos llenos de monedas, una copa entre mis manos y unas palabras decentes dignas de un noble. Pero sólo era un niño con ilusiones. Nunca se pudo cosechar de nuevo, ni recolectar y mucho menos recobrar el buen nombre de la familia. Todo se perdió. Del mismo modo que se olvidó el apellido de Lioncourt durante mucho tiempo.


Huesos, polvo, viejas ruinas y un mundo desconocido para muchos. Eso es lo que queda. Pero en mi alma aún están esas manos tomándome de las mías, sacudiendo mi pantalón y colocando un par de mis dorados mechones. Ella sigue viva. Sigue latiendo. Está en alguna selva, de asfalto o de frondosos árboles, buscando como saciar su curiosidad y sus deseos de libertad. Allí donde nadie la gobierna y es inconsciente de su poder. Sólo camina, corre, se oculta, observa y aprende.


Lestat de Lioncourt   

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Lestat de Lioncourt