Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 11 de diciembre de 2014

Pintura y eternidad

Marius desesperado por los sentimientos. ¿No quería sentir amor? Pues toma... 

Lestat de Lioncourt 


Cada trazo debe ser perfecto. Línea a línea. El pulso debe mantenerse mientras tu alma se agita con recuerdos cada vez más dolorosos, pesados y terribles. La eternidad no es una virtud, sino una carga. Puedes ver el dolor a través de otros, atravesándolos como si fuera una espada afilada, mientras tú permaneces en las sombras alimentándote de sus almas como un buitre. Tomas los despojos que te ofrece el mundo y lo haces añicos, para luego asimilarlos y aceptarlos como propios. Las heridas no se cierran con el tiempo, tampoco se olvidan. Las heridas simplemente quedan abiertas esperando la sal justa.

En esta noche intempestiva donde Venecia queda demasiado lejos, la nieve cubre todo y la jungla es sólo un recuerdo, viene a mí todo lo que he visto y vivido. Los altos árboles de aquel pueblo celta, las viejas calles del Imperio tan gloriosas como el propio sol que las bañaba, el canto de las olas golpeando los cascos de los barcos en los que he viajado, el murmullo de las ratas moviéndose por las calles de las ciudades infectadas por la peste, el olor de los canales mientras la góndola se mueve, las estrellas del desierto cubriendo la inmensa oscuridad, el zumbido de los mosquitos en las selvas de Brasil, el olor a tierra mojada de tantos caminos y el frío del hielo que una vez me sepultó. Recuerdo cada momento como si fuese una gigantesca obra de arte y se interpretara frente a mí, como si lo hubiese vivido otro.

No puedo pintar. Mi mano tiembla constantemente. Las líneas son difusas. Las caras de los ángeles tienen su nombre. Las musas poseen los ojos de una mujer que ya no me mira. Dolor, silencio y amargura. Eso es todo lo que queda. Tantos han muerto, amigos y conocidos, que quiero arrodillarme a implorar a un Dios que siempre he negado. Soy el Hijo de los Milenios que siempre dio la espalda a la religión, así como a cualquier creencia, aunque no me siento dichoso ni único por ello.

Esa voz hablaba incesantemente. Parloteaba. Aún la siento. Sé que aún está ahí. En mi sangre está él, el demonio que soy, y me impulsa a recordar todo ese sufrimiento como si fuera un castigo eterno. A mis espaldas está Daniel, en silencio, acariciando un viejo manuscrito que le he permitido tener en su poder. Son unas viejas memorias, de hace más de un siglo, donde relato mis desafortunados pasos por este mundo. Si le abro mi corazón es porque mi alma está rota, como las almas de aquellos que caen en mis manos. Sin embargo, me muestro sereno con los ojos fríos y el semblante serio.


Busco una excusa. Necesito escuchar mi nombre. Quiero voltearme para verlo, dejar mi pincel y atacar sus labios durante unos minutos. Necesito olvidar el amor que he dado y no he permitido que me ofrezcan.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt