Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 11 de diciembre de 2014

Piano

Muchos no habrán leído Prince Lestat, pero estos dos hacen un dueto musical extraño. Antoine, el pianista que rescaté de la muerte y su propia desesperación, y Sybelle, la pianista que salvó Armand de su hermano maltratador, se unen en una amistad firme e intensa. 

Lestat de Lioncourt


Me he alimentado de sueños creados con pequeñas notas musicales tomadas al vuelo. He comprendido el mundo a mi modo, pero no disfruté jamás de una total autonomía hasta que estos puntiagudos colmillos asomaros de mis pequeños y carnosos labios. Puedo parecer una muñeca cándida sentada en un sofá, con un elegante conjunto a juego con los zapatos de tacón corto y un ramillete de rosas entre mis angelicales manos. Sí, puedo parecer una fantasía extraída de un cuento infantil. Un ser extraño extraído de un sueño. Pero mi espíritu es rebelde, poderoso y desborda música. Me siento poseída por ángeles y demonios cuando mis dedos rozan el piano. Cada tecla toca cada fibra de mi alma.

Él lo sabe.

He encontrado un compañero que comprende mi gran pasión, mi estigma, mi dolor, las cadenas y liberación. Sigo amando a mi ángel de cabellos de fuego, mi joven y eterno amante, que me rodea con sus brazos y besa mis cándidas mejillas que toman calor gracias a la muerte de otros. Sí, aún él es mi paraíso. Sin embargo, he encontrado a alguien que me comprende de una forma distinta.

Su apariencia es frágil, con un rostro delicado y anguloso. Posee una sonrisa similar a la de un felino, un tacto suave y elegante, con unos dedos largos que se mueven como si fueran copos de nieve cálida. Tiene una elegancia inusual. Aún huele a París. Puedo ver Francia en sus ojos, escuchar el latido de las campanas de Notre Dame en su timbre de voz y sentir la libertad revolucionaria que lo expulsó lejos del mundo que tanto amaba. Él, un pianista inmortal como yo, sabe comprender la música del mismo modo que yo lo hago. Respiramos música, pero bebemos sangre.

Puedo parecer una muñeca perfecta, pintada en un cuadro al óleo, pero en realidad soy una criatura que palpita y enloquece por unas gotas de sangre. Salgo cada noche a caminar colgada del brazo de los hombres más maravillosos que he conocido. Incluso Louis parecía encantador con sus enormes ojos verdes, su educada conversación y su controvertida sonrisa. Pero no dejo de ser cruel. Tan cruel como ellos. Arranco vidas para poder seguir subsistiendo. Sin embargo, sigo tocando música para alejar los demonios, otros que son peores que yo, y enloquecer de placer a quien me escucha derribando muros inconcebibles e imposibles de comprender.

—Sybelle—llevo escuchando mi nombre durante varios minutos mientras toco el piano. Un piano nuevo y hermoso. Es negro como la noche, posee una belleza pétrea penetrante, y yo estoy frente a él vestida con un simple camisón de algodón mientras la chimenea chisporrotea y fuera nieva. Nieva en New York—. Sybelle...

Su voz es seductora y varonil pese a sus años. Tenía diecinueve. Tan sólo un niño. Vivo rodeada de niños perdidos. Benji, Armand y él. Niños. Pequeños hombrecitos que se quedaron para siempre estancados en una fotografía encantadora, seductora inclusive, con una maravillosa inteligencia que puede llegar a ser retorcida o extremadamente generosa. Fuertes y vivaces. ¿Yo que soy? ¿Wendy? ¿Soy la Wendy de un puñado de niños en una ciudad de náufragos sin alma? No lo sé. Desconozco la verdad. Sólo quiero que se siente a mi lado y toque conmigo. Sin embargo, cuando lo haga sé que acabaré arrojándome a sus brazos, besando sus labios y oprimiendo mi frente en su pecho. Deliro como cada noche. Siento la necesidad de sentirme viva en esta jaula de muerte. Una jaula perfecta que me ha dado alas. ¡Es duro explicarse! Duro sentirlo. Duro, pero maravilloso y fascinante.


—Ven aquí y toca para mí. Toca conmigo, Antoine.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt