Ah, esa Petronia... ¿qué haría sin discutir con Arion? Nada.
Lestat de Lioncourt
Es un milagro. Si debo catalogar de
algo nuestra relación es de milagro. Creo que es un título
adecuado. Quizás me equivoco, pero no es común convivir tantos años
juntos. Hemos conseguido permanecer unidos dentro de la tempestad,
observando como el mundo cambiaba y se convertía en un amasijo de
historias sin sentido. He memorizado sus gestos, sobre todo cuando
parece perdido y luego sonríe cambiando colocando las piezas del
ajedrez.
Siempre dice que sabe controlarme, pero
es falso. No me controla. Jamás ha intentado someter sus deseos
antes que los míos. Sus enormes ojos negros son demasiado bondadosos
para imponerse. Sin embargo, le respeto como no he respetado a otro
ser en mi vida. Él me liberó, me dio un hueco entre sus brazos y me
ofreció su valioso corazón. El amor que me profesa es tan cálido
como tentador, aunque en ocasiones huyo.
Hoy está solo en el gran salón. El
fresco del techo tiene unos hermosos ángeles de cabello dorado, con
alas de maravillosas y realistas plumas, en un fondo azul pastel
cargado de magia debido a la ilusoria luz de Dios. Él lo está
observando meticulosamente como si fuese la primera vez. Sé que le
relaja hacer meditación, pensar en si hay un Dios o simplemente
existe el infierno terrenal. Parece distraído, pero está en alerta.
Hemos vivido tiempos duros. La voz casi
nos destroza mutuamente. Pero él está ahí, con su camisa de blanco
algodón y sus pantalones tejanos. No lleva zapatos y deja que sus
pies, envueltos en esa suave piel oscura, contraste con el mármol
blanco. Parece un muchacho bohemio. Uno de esos que te encuentras por
Nápoles hablando de amor, paz, libertad y arte. Sin duda alguna. Sin
embargo, es un pobre diablo que tuvo que cruzar el mundo entero con
cadenas. Un hombre hecho a si mismo.
Conozco cada recoveco de su cuerpo. He
acariciado su figura como si fuera el David de Miguel Ángel. He
labrado poemas de amor en su cuello, mientras posaba besos fieros,
mientras él me sostenía como si fuera un pequeño tesoro. Las joyas
que hemos creado juntos no son nada valiosas, no valen siquiera los
materiales con los cuales hemos fabricado cada pieza, comparándolas
con el tiempo que hemos vivido juntos y las emociones que sentimos
cuando nuestros ojos se cruzan. Me gusta ser fiera, fría en
ocasiones, y soy demasiado terca para doblegarme. Pero él, con su
paciencia y su amor, sabe esperar el momento oportuno para hacerme
caer. Tiene el don de las palabras exactas y la sonrisa mágica que
logra robar las mías.
—Arion—dije al entrar, pero él
sólo sonrió como respuesta—. ¿Puedo permanecer a tu lado, mi
amado maestro?—he preguntado, para luego quedarme quieta a su lado
con sus enormes manos entrelazadas con las mías.
—Por supuesto, amor mío, quédate
cuanto quieras—susurró mirándome unos breves segundos, para luego
seguir contemplando el fresco.
Y aquí estamos, sentados en silencio,
contemplando un fresco que mandó construir para mí. Los ángeles
simbolizan la fe en la libertad, pues ellos tienen las alas abiertas
y están alcanzando el cielo. Una libertad que él me demostró que
existía. Fui libre de cadenas pesadas, como las que él llevó en su
día, y también libre de mi cuerpo deforme bajo mis ropas de mujer.
Yo no soy un monstruo a su lado, sino la mujer que ama. Aunque esta
mujer en ocasiones termine empujándolo y arrojándole incluso
jarrones a la cabeza.
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