Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 17 de enero de 2015

Él es el mi compañero

Ah, esa Petronia... ¿qué haría sin discutir con Arion? Nada.

Lestat de Lioncourt


Es un milagro. Si debo catalogar de algo nuestra relación es de milagro. Creo que es un título adecuado. Quizás me equivoco, pero no es común convivir tantos años juntos. Hemos conseguido permanecer unidos dentro de la tempestad, observando como el mundo cambiaba y se convertía en un amasijo de historias sin sentido. He memorizado sus gestos, sobre todo cuando parece perdido y luego sonríe cambiando colocando las piezas del ajedrez.

Siempre dice que sabe controlarme, pero es falso. No me controla. Jamás ha intentado someter sus deseos antes que los míos. Sus enormes ojos negros son demasiado bondadosos para imponerse. Sin embargo, le respeto como no he respetado a otro ser en mi vida. Él me liberó, me dio un hueco entre sus brazos y me ofreció su valioso corazón. El amor que me profesa es tan cálido como tentador, aunque en ocasiones huyo.

Hoy está solo en el gran salón. El fresco del techo tiene unos hermosos ángeles de cabello dorado, con alas de maravillosas y realistas plumas, en un fondo azul pastel cargado de magia debido a la ilusoria luz de Dios. Él lo está observando meticulosamente como si fuese la primera vez. Sé que le relaja hacer meditación, pensar en si hay un Dios o simplemente existe el infierno terrenal. Parece distraído, pero está en alerta.

Hemos vivido tiempos duros. La voz casi nos destroza mutuamente. Pero él está ahí, con su camisa de blanco algodón y sus pantalones tejanos. No lleva zapatos y deja que sus pies, envueltos en esa suave piel oscura, contraste con el mármol blanco. Parece un muchacho bohemio. Uno de esos que te encuentras por Nápoles hablando de amor, paz, libertad y arte. Sin duda alguna. Sin embargo, es un pobre diablo que tuvo que cruzar el mundo entero con cadenas. Un hombre hecho a si mismo.

Conozco cada recoveco de su cuerpo. He acariciado su figura como si fuera el David de Miguel Ángel. He labrado poemas de amor en su cuello, mientras posaba besos fieros, mientras él me sostenía como si fuera un pequeño tesoro. Las joyas que hemos creado juntos no son nada valiosas, no valen siquiera los materiales con los cuales hemos fabricado cada pieza, comparándolas con el tiempo que hemos vivido juntos y las emociones que sentimos cuando nuestros ojos se cruzan. Me gusta ser fiera, fría en ocasiones, y soy demasiado terca para doblegarme. Pero él, con su paciencia y su amor, sabe esperar el momento oportuno para hacerme caer. Tiene el don de las palabras exactas y la sonrisa mágica que logra robar las mías.

—Arion—dije al entrar, pero él sólo sonrió como respuesta—. ¿Puedo permanecer a tu lado, mi amado maestro?—he preguntado, para luego quedarme quieta a su lado con sus enormes manos entrelazadas con las mías.

—Por supuesto, amor mío, quédate cuanto quieras—susurró mirándome unos breves segundos, para luego seguir contemplando el fresco.


Y aquí estamos, sentados en silencio, contemplando un fresco que mandó construir para mí. Los ángeles simbolizan la fe en la libertad, pues ellos tienen las alas abiertas y están alcanzando el cielo. Una libertad que él me demostró que existía. Fui libre de cadenas pesadas, como las que él llevó en su día, y también libre de mi cuerpo deforme bajo mis ropas de mujer. Yo no soy un monstruo a su lado, sino la mujer que ama. Aunque esta mujer en ocasiones termine empujándolo y arrojándole incluso jarrones a la cabeza.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt