Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 30 de enero de 2015

Gretchen

El frío caló mis huesos e hizo enfermar mi cuerpo. Jamás pensé que podría pasar tanto frío. Cuando galopaba sobre mi caballo, entre las tierras heladas cercanas a mi castillo, todo parecía más cálido en mis recuerdos. Pero aquellos días, en ese cuerpo mortal, el frío parecía congelarme. Me debilité pronto. Caí en un terrible maleficio de virus y dolor. Cuando me encontré en el hospital, prácticamente atado a unas sábanas demasiado almidonadas y una habitación excesivamente pulcra, creí delirar. No podía ser que yo, Lestat el vampiro, se encontrara en tan precaria situación. Estaba perdiendo todo. Nadie parecía ayudarme. Nada me consolaba. Pero esa mano cálida, la de aquella religiosa que me miraba con bondad, se convirtió sin duda en la chispa de esperanza que tanto necesitaba.

Comprendí que mi mayor miedo no era permitir que otro venciera, sino la muerte. No quería morir. Deseaba volver a tener ese magnífico poder. Quería dejar atrás las escasas ventajas, y grandes incomodidades, de ser humano para volver a tener el privilegio que pocos poseen. La inmortalidad era sin duda una bendición y no un mal paso. Pero ella, la dulce Gretchen, pensaba que estaba enfermo y que deliraba. Hablaba con Claudia, que parecía más vívida que nunca, y con aquellos que todavía decían quererme pese a todo. Era una pesadilla tras otra, los medicamentos parecían no ayudarme y ella me tomaba de la mano.

Cuando mejoré y tomé sus labios entre los míos, disfrutando de la calidez de su cuerpo próximo al mío, me sentí vivo. Realmente creí que algo bueno estaba logrando pese a todo. Esa pequeña experiencia de placer, confort y complicidad hicieron mella en mí y dejaron una mueca terrible. Mis manos se movieron por su cuerpo, el cual se fue desnudando como el mío, y mis caderas se movieron ágiles recordando el vals del placer. Ella me atrapaba entre sus cálidos muslos. Mi sexo se enterraba como una poderosa espada envenenada. El suyo, su cálida vagina, se humedecía con cada roce. La maravillosa fricción nos hacía encendernos como si fuera una hoguera. Sus pechos eran turgentes, de pezones suculentos, que no dudé en acaparar en más de una ocasión. Ella me miraba completamente obnubilada y yo perdía el juicio. La amaba. En esos momentos la amaba.


Pero ella amaba al hombre débil, enfermo y que parecía perderse en su propia fantasía. Se enamoró de un fantasma. No me amaba a mí. No amó a Lestat. Pues cuando conseguí mi cuerpo fui a buscarla. No dudé en ir a por ella. Pero, cuando me vio frente a frente, me gritó que era un monstruo y prácticamente me arrojó al infierno. Debí haberlo previsto, pero soy un iluso. Esa noche de sexo salvaje y entregado no era nada. Nada si no era en el envoltorio adecuado.  

Lestat de Lioncourt 

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Lestat de Lioncourt