David tiene razón en muchos aspectos, pero en otros no. Digamos que le mejoré la vida.
Lestat de Lioncourt
Muchos desean ser inmortales. A lo
largo de la historia el hombre ha hecho miles de intentos para
sobrevivir en el tiempo breve que tienen de vida. Hay quienes han
inmortalizado su nombre, su talento o simplemente la crueldad de sus
actos. Nadie escapa de ese imposible deseo de perdurar más que otro
ser humano. La muerte nos causa miedo y nos perturba casi desde el
mismo momento que tenemos capacidad para comprender que todo lo que
nace, sea lo que sea, acabará muriendo.
Cuando era un niño tenía la capacidad
de ver espíritus. Con el tiempo esa capacidad fue mejorando. Aprendí
a escuchar, sentir y diseccionar la verdad que había a mi alrededor.
Nunca creí en Dios. No en el Dios al que muchos rezan. No puedo
creer en él. Pero a la vez tengo esa esperanza. Pues la esperanza
jamás se pierde, ¿no es así? Una vez creí ver a Dios y al Diablo
discutiendo en una cafetería, pero terminé diciéndome a mí mismo
que eso era una auténtica locura. Nunca se lo dije a nadie, sin
embargo terminé confesándoselo a un vampiro.
La inmortalidad existe y yo soy la
prueba de ello. Mi nombre es David Talbot y el cuerpo que habito no
es el mío. Es el cuerpo de un joven que tomó el camino incorrecto,
tropezó con el “lobo” y éste acabó con su cuento sin un final
feliz. Yo era un anciano cuando conocí a Lestat, ese vampiro del que
todos han oído hablar, y por su imprudencia acabamos en una aventura
que muchos conocerán.
Talamasca es una organización conocida
entre aquellos que estudian a los muertos, los sucesos paranormales y
las diversas criaturas que conviven con nosotros. Una persona normal
jamás sería miembro o creería fielmente en nosotros. Hay quienes
pensarían que estamos locos si supieran quienes somos y nuestros
métodos. Hemos estado observando el mundo y aprendiendo. Yo fui
director de esta orden. En parte aún me siento ligado
sentimentalmente a mis recuerdos como director, pero en estos
momentos no tengo contacto alguno con nadie que esté involucrado
todavía en la orden.
Lestat, después de ser advertido por
Marius en varias ocasiones, decidió venir a verme. Entró en mi
despacho, se paseó por él y me miró como quien codicia un pequeño
tesoro. Sus doradas cejas, su cabello rubio y espeso cayendo por sus
hombros algo anchos, esa pose descarada de joven rebelde y esa ropa,
esa maldita ropa de adolescente sin remedio adicto al rock y la mala
vida, me hizo reír internamente, aunque me fascinó. Me reí porque
jamás vi un vampiro con tanta elocuencia, aunque personalmente no
había tenido contacto con ninguno. Había leído sobre ellos,
escuchado a compañeros hablar sobre los jóvenes vampiros que se
reunían en todo el mundo, y para mí fue un impacto verlo en mi
despacho. Decidí atenderle, responder a sus preguntas y hacer
amistad. Ustedes también habrían pecado de ese modo, estoy seguro,
pues es una oportunidad única en la vida.
Poco después de conocernos vino con
una disparatada propuesta. Según él le habían asegurado que podía
cambiar su cuerpo inmortal por el de un joven mortal. Un joven
apuesto. Él quería comer de nuevo paladeando la comida, beber vino,
tener sexo hasta el amanecer y disfrutar del sol. Cosas que como
vampiro uno no suele disfrutar.
Acabaron robándole el cuerpo, su
fortuna y su poder. Sufrió mucho por esa estúpida idea. Me rogó
que lo ayudara y decidí hacerlo. Conocía al ladrón. Era un antiguo
miembro de la orden que cayó en desgracia. Alguien que no me
agradaba. Pensé que si luchaba contra él y lo vencía ayudaría a
la orden y a un amigo. Por ayudar, por el simple hecho de ayudar,
acabé sin mi cuerpo. Lestat recuperó el suyo, pero yo acabé en el
cuerpo del muchacho que Lestat había tomado.
Después Lestat me transformó. Como
anciano no quería ser inmortal. Me negaba a ser viejo y decrépito
para siempre. Prefería morir. Pero como hombre joven medio una nueva
vida, rompí vínculos con todo y tuve que decir adiós a Aaron,
Merrick y al joven Yuri. Creo que eso, y los enormes volúmenes de
Talamasca, fue lo único que eché de menos de mi vida mortal. Pues
he seguido viendo espíritus y sigo coleccionando historias.
Yo soy David Talbot y estoy dispuesto a
escucharte.
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