El primer recuerdo que tengo es sobre
sus faldas, mientras ella pasaba lentamente las páginas de un libro
algo descuidado. La humedad había provocado que se hinchara, las
letras parecieran una fila de hormigas mal colocadas y no tenía
dibujos que pudiesen interesarme. Sin embargo, ella leía recitando
para mí cada frase con cuidado. Me quedé quieto, escuchando
aquellos poemas que parecían canciones lanzadas al viento con música
propia. Sonreía como haría cualquier niño, pero a la vez tenía
ciertas dudas sobre lo que escuchaba. Tenía inquietud por el arte,
por las musas, por todo lo que rodeaba a ese momento. Mis hermanos,
fuera en la nieve, luchaban por ser más intrépidos o fuertes. Para
mí el lugar más agradable eran sus brazos, sobre su faldas,
mientras la leña se consumía. Los hombres más intrépidos eran los
de los poemas y los más fuertes aquellos que cantaban a historias
imposibles.
Sus enormes ojos grises no parecían
cansarse nunca, aunque suspiraba. Se sentía agotada. Era joven,
hermosa, y a la vez tristemente deteriorada por la miseria que la
ataba. Aquel lugar era su cárcel, pero también su abrigo. Un hogar
maldito. El mismo hogar que yo he reconstruido por mero orgullo y
necesidad. Sin duda alguna el único lugar que puedo llamar casa está
aquí, aunque sigo amando mi hermosa y mágica New Orleans.
Sentado en este alfeizar, mirando la
nieve cubriendo los campos, puedo recordar sus manos acariciando mi
revuelta cabellera de rizos dorados. Veo lo que ella veía, siento el
frío penetrando mis huesos y como la chimenea comienza a calentar la
estancia. Quiero correr por los caminos, alzarme por las nubes e
imaginar que alcanzo cada estrella. Recito para mí aquellos versos
como si fueran una oración que la trajera hacia mí. Sé que no se
encuentra en este lugar, que lo evita y evitará siempre. Sólo una
vez regresó para ver como malgastaba mis ahorros y reconstruía
nuestra celda.
No. No quiero vivir en el pasado. El
pasado quedó atrás. Todo quedó atrás. Pero sí deseo recordar lo
que soy, revivir la más pura emoción que hay en mí, para luego
alzarme nuevamente como siempre he hecho. Quiero saborear mis
orígenes.
En la biblioteca Louis busca algún
libro. Hay miles amontonados y etiquetados, con cuidado y destreza,
esperando que los saque de allí. Es su lugar favorito. Sin embargo,
el mío es este. Aquí donde aprendí a sonreír. El lugar donde fui
feliz por primera vez en los brazos de la mujer que más he amado: mi
madre.
Lestat de Lioncourt
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