Merrick... aún la extrañamos. Esa mujer y sus enormes ojos... siempre será recordada.
Lestat de Lioncourt
Los espíritus siempre me han
acompañado. He viajado con ellos desde que tengo memoria. Mis pies
desnudos, mi cuerpo delgado y mis enormes ojos verdes han visto y
sentido demasiado. Mi infancia fue un cúmulo de desgracias. Pude ver
la muerte danzando a mi alrededor, coqueteando con aquellos que amaba
y secuestrando la escasa paz que lograba retener entre mis jóvenes
brazos. Carecía de sueños, metas o logros. Sólo quería seguir
viva, tener mayor dominio sobre lo que ocurría y respirar cinco
segundos sin que mis alertas se dispararan.
Conocí a Aaron cuando era una niña
algo tímida, pero intelectualmente superior a cualquier mujer u
hombre que él hubiese visto jamás. Mi único familiar, de quien
aprendí todo, moría. Ella languidecía. Se marchitaba lentamente.
Me convertía en huérfana de todo, menos de los fantasmas y mis
poderes. No me sentía una bruja o espiritista, pero sí sabía que
no todos tenían el don que yo poseía. Él me llevó ante un hombre,
de aproximadamente su edad, de rostro afable y que ya comenzaba a
tener ciertas canas. No eran jóvenes, pero para mí resultaban
atractivos por sus mentes brillantes.
David Talbot. Así se llamaba ese
hombre. Jamás olvidé su nombre, la expresión afable de sus ojos,
lo maravillado que parecía al hablar y lo interesante que me
pareció. Él decidió ser mi tutor, guardarme entre sus brazos de
cualquier mal, y cuando me veía perdida creía que lo tendría.
Me equivoqué.
Él desapareció de mi vida. Huyó de
mí. Me sentí traicionada, pues creí que los lazos, a través de
los años, eran fuertes. Confiaba en su amor. Entregué mi corazón a
un cazador y éste salió huyendo con su presa. Sin embargo, mi
venganza fue aún más terrible que el dolor que ya sentía. Me
equivoqué. No hice más que empeorar todo. El dolor se hizo agudo,
perenne, y terrible.
Sé que para él seguiré siendo ese
terrible gato negro que lo persigue por las calles de New Orlens, ese
recuerdo que no puede evitar, ese amor que permaneció tras largos
años y ese silencio incómodo cuando ve mis fotografías. Yo lo sé.
Sé que soy un recuerdo que se ancla en su corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario