Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 27 de marzo de 2015

Familia...

Yo era un padre modélico en realidad, pero a él le gusta hacer dramas.

Lestat de Lioncourt 


—Nunca piensas en las consecuencias—dije, sosteniendo a la pequeña entre mis brazos.

Tan sólo habían pasado algunos días. Días en los cuales había visto lo peor de Lestat. Su faceta más destructiva y burlesca. Se comportaba con un auténtico demonio. Gozaba con el dolor que supuraba mi corazón, pero sabía que en el fondo estaba agradecido. Ella era carne de cementerio, donde yacería por el resto de los siglos en una tumba sin nombre.

—Cuéntame algo que no sepa—murmuró con una sutil sonrisa. Descarado, destructivo y tan atractivo como siempre. Movía sus dedos como si fueran patas de una araña, se impulsaba sobre el piano y las notas eran escandalosas, pero la melodía además de apasionada era hermosa. Desconocía cual era la pieza, aunque internamente la disfrutaba.

—¿Crees que es justo? Me has atado a ti—le reproché.

—La muerte la había elegido. Y yo soy más poderoso que ella, Louis—dijo incorporándose, para caminar hacia donde estábamos.

Pude notar en sus ojos cierto orgullo. Desconocía con certeza si él la amaba, pero percibía que se enternecía con sus largos rizos dorados, sus pobladas pestañas, sus mejillas llenas y su boca diminuta con aquellos dos terribles colmillos. Sus ojos, ocultos tras sus pequeños párpados, encandilaban a cualquiera. Tenía una ternura que poco a poco estaba siendo arrebatada, consumida y ultrajada por la sangre, el poder y la muerte. Esa muerte que decía Lestat que la había condenado.

—Estaba tocada por la muerte, Louis. Puedo asegurártelo—tomó asiento a mi lado. Sus manos se colocaron en sus pequeñas piernas y comenzó a sacarle sus pequeños botines. Ella dormía. El amanecer estaba a punto de llegar y mi cuerpo se entumecía. Mis brazos no querían dejar de rodearla, se negaban a permitir que ella se escapara, pero él me la arrebató—Igual que tú—dijo besando mi frente.

Se incorporó con ella, llevándola como si fuese un pequeño tesoro, y yo hice lo mismo. Arrastraba mis pies, sentía mi cuerpo débil y el sueño me hacía sucumbir al deseo de un descanso incierto. Me acomodé en el ataúd y la dejó junto a mí. Ella parecía una muñeca y yo un demonio, un demonio que la rodeaba como si fuese la solución a la condena que había caído sobre sus hombros.

—Te amo, Louis—susurró antes de echar la tapa sobre mí.

Quise llorar, pero no permití que mis lágrimas mancharan de nuevo mi rostro y mis prendas. Me aferré a Claudia y recé por mis pecados, como si aún Dios se interesara por mí y mi hermano pudiese interceder por cada una de mis condenas.


Éramos monstruos. Una familia de monstruos. Y aún así, en aquel ataúd junto a ella, me sentía bendecido.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt