Una carta entregada de Armand. Arrebatadora. Marius ya es historia para él. Bueno, eso dice.
Lestat de Lioncourt
Tal vez soy demasiado pesimista, pero
está claro que no me suelo equivocar. He visto en tus ojos la
desilusión, el engaño, las mentiras y los insultos más
maravillosos que jamás he oído. Eres capaz de lo mejor y lo peor.
Capaz de hundirme la vida y dármela a la vez. He perdido toda
esperanza. Dicen que la esperanza es lo último que uno pierde, pues
es la fuerza necesaria para impulsarte y seguir adelante. Sin
embargo, frente a ti no tengo nada. No hay paciencia y sí una
frontera. Una frontera que nos divide.
Cuando me tocaste me convertiste en una
mota de polvo en el universo. Creaste un mundo maravilloso para mí
que fuiste tejiendo con versos, leyendas de amores imposibles,
caricias incontestables y besos tan dulces como la vida de un rey. Me
convertí para ti en un ángel. Transformé mi espalda herida, llena
de marcas, en la de un ser misericordioso con las alas de un pobre
diablo. Mis oscuras y tupidas plumas negras rozaron el cielo y tú,
como un Dios cruel y déspota, me condenaste al infierno.
Era un niño. Podías jugar conmigo
eternamente porque conocía el lado oscuro de los hombres, pero aún
poseía cierta inocencia que tú desnudabas lentamente. Cada caricia,
tan suave como los pétalos de una flor, se convertía en una
pincelada sobre un lienzo. Echaste todo a perder por tu cobardía,
orgullo y sensato actuar. Permitiste que las llamas consumieran cada
pintura, recuerdo efímero, tortuosos besos e inolvidables palabras
llenas de supuesto amor. Decías que me amabas por encima de ti
mismo, pero no querías arrodillarte para implorar mi regreso.
Dejaste que me pudriera en la miseria
entre cráneos, tumbas vacías y sueños amargos. Eran sueños tan
amargos como brillantes. Tus cabellos dorados, que siempre me
recordaron al sol despuntando en un anaranjado amanecer, rozaban mi
pecho de nieve y jugaba a recorrer los ríos de lágrimas de mis
mejillas. Puede que yo sea el único ser sobre la faz de la tierra
que creyó que regresarías, serías sincero y bueno con éste
torturado pupilo que permitiste olvidar.
Creí que podría llenar el hueco de
tus cadenas. En mi pecho, ese tan frágil en apariencia, guardo un
corazón que tú has roto mil veces. Lo has roto por tu silencio, por
tus falsas promesas y por las miradas vacías que me has regalado con
el paso de las décadas. Sé que me has amado, pero no como yo lo he
hecho. Ahora caminas junto a otro, lo abrazas de una forma que jamás
lo hiciste conmigo y consuelas sus heridas en el alma, un alma menos
torturada que la mía, como si fueras un padre. Le amas de mil formas
distintas. A mí sólo me tienes como un viejo trofeo. Pero,
lamentablemente, no soy una muñeca vestida de fulana que puedas
mostrar como una medalla en medio de una habitación polvorienta.
Si quieres conservarme que sean en tus
recuerdos, porque a tu lado no voy a permanecer. No voy a esperarte.
Nuestro tiempo ya pasó Marius.
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