Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 22 de abril de 2015

Deja que pinte...

Marius se encontraba en una encrucijada y juro que jamás pensé verlo o saber que estuvo así. 

Aquí tienen sus memorias...

Lestat de Lioncourt


Cada pincelada es un pequeño mundo dentro de un gran universo. Hace mucho tiempo que no he podido bajar mis manos, huir de las imágenes que taladran mi cerebro y mis deseos de pintar cada lienzo y muro que aparece frente a mí. Brasil se convirtió en mi refugio. Un lugar donde los artistas callejeros poseían su propio renombre. En mi caso, por desgracia, requería de algo más que emoción. Era una necesidad patológica. Quería olvidar esa voz susurrándome terribles deseos. Decía que era yo mismo. Insistía que debía apremiarme y prender fuego a todo. El fuego purificador que una vez usé contra mis enemigos, que sentí en mis propias carnes y pude ver alzándose tantas veces destruyendo lo bueno y lo malo del mundo. No estaba dispuesto.

Mi pincel no temblaba, mi mano no dudaba y mis ojos se llenaban de lágrimas al contemplar las hermosas flores que una vez pinté en otro lugar. Miles de flores. Muros enteros de flores tropicales y otras más sencillas. Eran un nido de color y belleza. Tenía una amalgama de pinceladas de mayor o menor precisión, todas dispuestas unas contra otras, creando murales inmensos que podían ser considerado arte en cualquier museo. Pero allí, en casas abandonadas y miserables, eran vandalismos de un hombre enfermizo.

Siempre sentí una gran pasión por el arte. Se convirtió en mi refugio. Era mucho más deseable que la cueva oscura de mi desvarío. No tenía que razonar ni meditar en absoluto cada una de mis acciones. Era libre de pintar lo que mi alma necesitara. Si dejase de pintar perdería parte de mi esencia. Me convertí en un mecenas, un hombre que insistía en el arte por el arte y la belleza por la belleza. Recé por el talento de muchos, intenté retener el escaso que yo poseía y lloré sobre los frescos que me recordaban a la mujer que amaba. Me transformé en un monstruo nocturno que sostenía a un ángel, teñí sus alas de luto y lo llamé Amadeo. Me creí su Dios. Fui su Maestro. Me arrodillé ante sus mejillas sonrojadas y sus labios de pétalos de flores. Conmoví a mi alma y movilicé a mi ingenio para hablar de amor con cada pincelada. Pero a ella, a la mujer que guardaba silencio como una estatua y era la fuente de todo, la llenaba de flores como hace un hijo con su madre. Flores hermosas, que parecían recién florecidas, para la mujer que finalmente quiso acabar con mi vida.

Años más tardes, recluido en un lugar apartado, decidí pintar para el silencio de un joven aturdido. Pintaba todo tipo de edificios, rostros y numerosos enseres comunes. Acabé pintando escenas de la vida cotidiana, jardines y el propio sol. En algún momento mi esfuerzo, mis atenciones, las palabras dulces y entregadas surgieron efecto y él salió de su ensimismamiento convirtiéndose en el hombre que actualmente convive conmigo. Un inmortal hermoso y delgado. Un ser digno de ser plasmado mil veces en mis lienzos, pero termino pintando flores y más flores. Lleno el mundo de flores. Esa voz no deja de halagarme y yo no quiero que lo haga.

Me estoy volviendo loco, quizás... quizás... quizás...


20 de Junio del 2013  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt