Sea como sea no me libro de él. A veces pensaba que Amel era él, pero luego me di cuenta que eran seres distintos. ¿Qué vi? No lo sé. Sólo conozco su tortura y verdad.
Lestat de Lioncourt
No existe el cielo y el infierno. No
hay tres mundos divididos, sino una brecha que se abre y cierra. En
la oscuridad existen millones de espíritus y almas que anhelan un
poco de luz. La luz es símbolo de la bondad, pero en realidad es
sólo esperanza. Muchos creen que caminar hacia ella les ofrecerá
cierta paz; sin embargo, Dios no acepta a todos en su reino y puede
obligarte a retroceder, perderte o simplemente diseminar tu cuerpo
inmaterial en pequeñas partículas de polvo.
Millones de religiones a lo largo de
los tiempos han decidido darle un símbolo, una verdad, un porqué y
un como. Sin embargo, no han alcanzado nada. No han tocado siquiera
con la punta de los dedos la verdad profunda y siniestra. Quizás la
oscuridad es el origen, la luz es el principio de un deseo.
Os recuerdo que cuando yaces en el
líquido amniótico, rodeado de la calidez de tu madre, estás en
plena oscuridad. Creces escuchando las ondas de los diversos sonidos,
reconociendo palabras, sintiendo la belleza de los latidos de tu
madre, la música y el alimento. Puedes ir aprendiendo a sonreír y a
llorar. Los sentimientos están implícitos en tu alma. Un alma que
puede llevar siglos esperando su oportunidad. La oscuridad te rodea.
Envuelve con calidez tu piel, besa tu frente despejada y toca con
cuidado tus párpados. Puedes abrir y cerrar tus diminutos dedos, los
cuales se han ido formando con paciencia, un vacío confortable.
Allí, donde nada malo puede ocurrir, creces como el germen de una
flor. Vas tomando forma, como los conceptos que irás reconociendo y
aprendiendo hasta convertirlos en propios, y en algún momento, cuya
exactitud difiere en los diversos casos, quieres conquistar la luz.
Deseas abrirte paso entre las piernas de tu madre, sentir el cegador
foco de un paritorio y ser tomado como un pequeño monstruo empapado
en sangre, fluidos y esperanza.
La oscuridad es el inicio, pero no el
principio. Por eso todos buscan la luz. Todo ser vivo intenta
encontrar la luz en plenas tinieblas.
Soy el susurro que ha estado ahí.
Recorro cada una de tus neuronas y provoco ciertos placeres que no
sabes explicar. Temes volverte loco. Sientes que alguien te acompaña
y guía tus pasos. Soy el juez, no quien decide. Tú tomas el camino,
te guías por tus necesidades, y yo observo tomando nota de todo lo
que haces. El bien y el mal están en ti. La oscuridad y la luz son
parte de tus células. Quizás temes más a la noche, pero creciste a
ciegas en un mundo de tinieblas. Tal vez lo has olvidado, aunque hoy,
tal vez, lo tengas presente una vez más durante unas horas.
Me llaman diablo, me tachan de injusto
y cruel, pero sólo ejerzo el papel de villano. Sin miedo no hay
actos nobles, sin castigos no hay aprendizaje, y eso lo llevas
asimilado en tu genética. Eres parte de una tribu de hombres y
monstruos. Te has convertido en un ser más. Sigues a la manada
aunque creas que destacas, caminas al contrario de todos y te creas
con la verdad de tus actos. Pero todo está programado en aquello que
has aprendido, por uno u otro motivo, y en la semilla que te
inculcaron. Nada es fruto del azar. Ni siquiera es fruto del azar tu
ADN.
Tal vez el demonio no se guarece en el
infierno, sino en tu conciencia.
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