Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 6 de abril de 2015

Ese odio tuyo...

—Deja de mirarme así—dijo ocultándose tras el grueso ejemplar que había adquirido la noche anterior—. ¿No tienes nada mejor que hacer? Como salvar al mundo de tu existencia.

—No—negué suavemente con la cabeza, me senté en el sillón frente a él y crucé las piernas con elegancia. Mis botas estaban llenas de fango, mi camisa se encontraba algo deshilachada y el chaleco era un desastre. Tenía el cabello suelto, como si fuese la melena de un león, y mis ojos, casi violáceos, brillaban con los matices de un diamante.

—Lástima... —murmuró cerrando el libro, dejándolo sobre la mesa anexa al sofá y me miró desafiante. Tenía los ojos tan verdes como los de un gato negro. Siempre pensé que eran tentadores. Dos perfectas esmeraldas cargadas de desasosiego y cinismo. Esos labios, tan carnosos, estaban colocados en una boca que se torcía con cada uno de mis devaneos—. Las putas estarán triste porque no has ido a verlas, aunque mírate. ¿Cómo te atreves siquiera a seguir así vestido?

—¿Qué tiene de malo? Sólo estuve cabalgando por la plantación—dije frunciendo el ceño—. ¿Acaso no luzco espectacular pese a todo?

—Claro... he oído que las mujeres pierden el juicio por los golfos sin remedio como tú—contestó con una sonrisa frívola, imitando a la mía, para luego mover las manos como si tocara el piano—. Descarados, orgullosos, intérpretes de canciones de taberna y sin modales—dijo formando dos puños con sus manos—. Eres incorregible. No te soporto...

—¿Deseas que te confiese un secreto?—murmuré inclinándome hacia delante—. Yo a ti tampoco te soporto—susurré.

Noté como hizo un leve gesto de disgusto, pero cambió el gesto para mostrarse tranquilo y digno. No dijo nada más. Regresó a su lectura, aunque lo notaba incómodo. Sabía que si le confesaba el amor que sentía por él, ese que notaba tan mutuo e íntimo entre los dos, quedaría desarmado mostrando todas mis cartas.


Lestat de Lioncourt   

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt