Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 26 de abril de 2015

It's my life

—Me gustas porque siempre has quebrado todas las reglas. Ahora puedo comprenderte mejor. Somos uno. Estamos unidos—decía mientras miraba por el retrovisor de mi Lamborghini.

—¿Quieres callarte? Tu parloteo a veces es insufrible—mascullé apretando los dientes.

Tenía varias llamadas perdidas, un par de mensajes de mi hijo y una cita importante. Debía acudir a una reunión. Si alguna vez me sentí realmente maldito, cosa que habitualmente decía emitiendo una potente carcajada burlándome de todo y todos, era en ese momento. Comenzaba a comprender lo pesada que podría ser una inexistente corona. Mis cabellos alborotándose gracias al viento húmedo y cálido de Nueva Orleans.

Había regresado allí. Ni siquiera sabía bien porqué. Estaba bien en mi castillo, ¿no era así? Además, el arquitecto solía precisar mi ayuda para la remodelar las nuevas salas que había pedido imperiosamente que hiciese con rapidez. Sin embargo, había viajado por los aries, acariciando las nubes y contemplando las estrellas, sin importarme nada. Sólo viajé. Informé a mis abogados del viaje una vez en la ciudad que fue mi renacimiento, mi cementerio y mi hogar durante algunas décadas. Exigí que me tuviesen un deportivo preparado y una habitación de hotel. Nada más. Tenía que reunirme con todos. Deseaba volver a ver a los viejos amigos.

—¿Otra vez hablando con él?—preguntó abrochándose el cinturón—. Lestat...

—Louis, por favor, ni preguntes—chisté arrancando el deportivo.

Él había decidido venir a vivir conmigo. Ni siquiera sabía porque era mi sombra. Quizás porque yo le preocupaba. Pero a mí me preocupaba más el destino de todos nosotros que mi propia vida. Siempre la había expuesto. Disfrutaba enormemente viviendo al límite. Él lo sabía. Tenía que saberlo. Era una estupidez pensar que iba a cambiar y centrarme. Con ese idiota hablándome cada cinco segundos, haciéndose notar, era imposible que hiciese algo racional de vez en cuando. Ahora no soy el mismo. Siempre termino cambiando. Me muevo por instinto y, en ésta época, me he convertido en un animal salvaje que busca disfrutar de un nuevo comienzo.

—Conduce entonces—dijo mirando hacia el frente.

Me quedé observándolo unos segundos. Apreciaba su aspecto tan humano. Pese a su piel pálida y sus ojos verdes, tan iridiscentes, tenía una magia que lo envolvía con una desazón tentadora. Poseía una pose humana, un envoltorio perfecto, pese a que ya era un ser tan poderoso como vampiros más antiguos. Sus manos estaban ligeramente colocadas sobre sus muslos. Llevaba un traje oscuro, una camisa blanca desabotonada y un chaleco verde botella que apenas se apreciaba al tener la chaqueta cerrada. Eterno y elegante filósofo. Eso era Louis. Un ser eterno que siempre vestiría impecable en cualquier circunstancia.

Por mi parte, como no, había decidido usar mi chaqueta roja y una camisa blanca. Llevaba mis lentes rosáceos en la cabeza, como si fueran mi apreciada corona invisible, y unos jeans desgastados con unas botas algo sucias. No era la mejor imagen, pero ¿importaba? Creo que no le importaba a nadie ya como vistiera. Podía ser el líder de todos, el Príncipe de los Vampiros, pero no tenía porque ser un aburrido estirado o vestir como un hombre de negocios. Me gustaba la comodidad. Era un ser de acción. Los trajes formales sólo le quedan bien a James Bond.

La reunión sería en una de mis viejas propiedades. Volvería a ver a seres como Gremt, ese espíritu que decidió ser parte de éste mundo de una forma muy distinta a Amel, y a viejos amigos, así como nuevos conocidos. Estaba dispuesto a poner en orden algunos temas y aclarar ciertas circunstancias que se iban prologando con el tiempo. Mientras conducía Bon Jovi sonaba en el reproductor. Louis sólo se movía intranquilo. En uno de los semáforos me tomó del rostro y me besó. Fue un beso breve, pero parecía pedirme calma. Era como una pequeña promesa que se hacía a sí mismo. Promesa que podría ser soportarme, por supuesto, y no terminar provocando un incendio dentro del vehículo.

Me aparté de él, aceleré el vehículo y permití que el aire cálido arrastrara nuestros cabellos hacia atrás. Mi castillo empezaba a ser un lugar de recreo para vampiros, cuando en realidad era mi guarida y un refugio para curar las cicatrices que me ofreció la vida, mortal e inmortal, pero en esos momentos todos guardaban pequeños tesoros entre lo que que fue tan sólo viejas ruinas. Por eso había apartado la atención de él. Yo nunca quise ser el líder de ninguna tribu, pero ya lo era. Era parte de ese juego y Louis sabía mi inconformidad. Pero quien mejor lo conocía era Amel, pese a que estaba encantado con formar parte de mí y de la historia de nuestro pueblo.

—Lestat, la mansión estaba en la calle anterior a éste cruce—dijo percatándose que estaba huyendo de mi responsabilidad—Les...

—Ya lo sé—respondí—. Hoy los esquivaremos. Iremos donde queramos. No tenemos porque reunirnos en éste preciso instante. Puede postergarse una noche. Sólo unas horas, Louis. Nadie saldrá herido—le guiñé y él se remolinó en el asiento, frunciendo el ceño y torciendo el gesto.

—Irresponsable.


—¡Siempre!—grité pulsando el reproductor para aumentar el volumen de mi estruendosa música rock.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt