Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 26 de abril de 2015

Archivo Talamasca: La sala de fiestas

David nos trae un nuevo archivo. Ésta vez algo que no ha podido explicar todavía con exactitud. Y es que no todo puede ser esclarecido. 

Lestat de Lioncourt 


Hay lugares que están malditos muchos antes de ser tomado como centros de ocio, vida familiar o cultural. Podemos conocer la procedencia de las extrañas energías o simplemente asimilar que siempre han estado ahí. Un ligero escalofrío, un murmullo incesante que nos dice a nuestro cerebro que es mejor apartarnos y la sensación, para nada agradable, de ser observados allá donde pisemos. Estos lugares son miles en todo el mundo. Centenares de lugares están plagados de extrañas vibraciones en cada ciudad. Siempre se tiene constancia de uno, dos o incluso una decena de edificios emblemáticos, históricos o simples construcciones que han sido abandonadas o destinadas a diversas funciones, las cuales nunca han estado en pleno rendimiento.

Popularmente se habla de casas embrujadas, edificios malditos o construcciones hechas para aproximar al mal hasta nuestras puertas. Ocasionalmente atraen asesinatos, problemas violentos u otros perjuicios para la vida y el desarrollo normal de ésta. Son construcciones que quedan, en muchos casos, abandonadas y llenas de una marcada superstición que no se puede ahuyentar, ni pasar por alto.

Hace algunos años uno de nuestros investigadores en latinoamérica entabló contacto conmigo. La orden de la Talamasca había sido tajante en lo referente a mediar con seres como yo. Ya se sabía que había pasado a otro ámbito, el cual no era el espiritual sino otro distinto. Había anclado mi alma a un cuerpo que no era el mío, aunque no por decisión propia, y terminé siendo lo que se llama popularmente “vampiro”. Los vampiros no estamos muertos, pero eso es un dilema que debería desarrollar otro y no yo en éstas líneas. Mi cometido aquí es meramente divulgativo. Decidí colaborar, él vino a mí pese a todos los riesgos y acepté tender mi mano. Un fantasma o entidad paranormal no es vista con fácilmente por un vampiro, aunque puede ser sentida o escuchada. En mi caso, como en el caso de otros tantos, tenemos ciertos privilegios que nos hacen tener contacto con ellos pese a nuestra transición.

El lugar se hallaba en Mérida, Yucatán, en un bullicioso lugar céntrico y cultural. México siempre ha sido un lugar lleno de maravillas insondables, misterios que han provocado que los investigadores de la orden se sumergieran más allá de lo habitual, increíbles fraudes y maravillosos dilemas. Es una tierra antigua, aunque con una vida bulliciosa tan sólo en los últimos siglos. Los espíritus pueden sentirse atraídos por estos cambios sociales, pero también por las creencias. Cuanto más crees en ellos más fácil es sentir su contacto. Las fiestas más populares en éstas tierras tienen que ver con la celebración anual de la muerte. Ellos lloran a sus muertos, pero también cantan y celebran con ellos el paso a otro mundo. Dejan ofrendas de comida, objetos y plegarias que ayudan a recordar a los fallecidos y dan testimonio de su amor, pese a los años, hacia ellos. Un lugar así, lleno de huellas y marcas, es sin duda el idóneo para desarrollarse ciertas historias que pueden ser falsas.

Decidí aproximarme. No estaba demasiado lejos. Me hallaba en el viejo territorio que ahora es un desastre. Había estado varias noches jugando al ajedrez con Khayman y conversando animadamente con Thorne. Las Gemelas solían salir a pasear, observar los animales que Maharet había traído para que Mekare estimulara su maltrecho cerebro y se mantenían, aunque no siempre, en estancias calmadas donde la naturaleza solía entrar sin previo aviso.

México siempre fue para mí un territorio a explorar. Me agradaba más Brasil, pero sabía que no era el único lugar en América que podía visitar con diversas emociones que se mezclaban. Emociones que tenían que ver con las sensaciones que me causaban lugares, hechos o circunstancias que se aproximaban demasiado al mundo paranormal.

Al llegar allí, bajando de un taxi que había pedido en el hotel donde decidí hospedarme, no hallé a nadie. El investigador que me había citado no estaba. Quizás porque había llegado demasiado tarde. El tráfico era terrible en algunas avenidas principales. La marabunta nocturna no era excesiva, pero un accidente en uno de los cruces más céntricos, y vitales, me habían retrasado.

La construcción tenía forma de pirámide, aunque no la típica egipcia sino las típicas mesoamericanas. La entrada era lóbrega. Los árboles parecían tener un anormal crecimiento y la acera estaba cubierta de recipientes de refrescos y papeles. Parecía que ni siquiera el servicio de limpieza tenía un mínimo de decencia, pues rodeaban el edificio con cierto pánico. La puerta tenía el candado roto, parecía ligeramente abierta y me incitaba. Sin embargo, no moví ni un músculo. Podía percibir el aire denso, ligeramente enrarecido y algo más frío cuanto más me acercaba a los primeros escalones.

Por el informe que me había hecho llegar mi joven amigo, Héctor Sanchez, el edificio había sido construido sin problemas. Se inauguró como sala de fiestas. Era un lugar popular, muy apreciado, pero que pronto entró en la banca rota absoluta y condenó a sus dueños a deshacerse del lugar. Dicen que todo se originó de la noche a la mañana. Empezaron a sentir fenómenos extraños, sensaciones poco tranquilizadoras y los empleados murmuraban sobre situaciones poco agradables. Decían que había objetos que cambiaban de lugar, las imágenes de la cámara de seguridad se veían borrosas y los medios eran ineficientes. Muchos clientes se quejaban de un frío excesivo, cuando la calefacción no estaba estropeada y funcionaba correctamente. Era como si el mismísimo diablo jugara con sus mentes. El negocio fracasó y provocó que uno de los dueños se suicidara antes de abandonar el local, como si fuese su forma de despedirse y condenar la sala de fiestas.

Años más tarde terminó siendo un restaurante de vida alegre, por decirlo de forma suave. Era un burdel camuflado de restaurante donde mujeres de todo tipo, y en condiciones más o menos terribles, ejercían su oficio ofreciéndose a los diversos caballeros que solían entrar codiciando un poco de placer. Eran hombres de negocio, padres de familia respetados o muchachos universitarios en busca de una diversión fácil y poco exigente. Las mujeres bailaban para ellos ofreciéndose como en cualquier sala de fiesta poco recomendable, las bebidas alcohólicas eran lo habitual y, en algún momento, las drogas sintéticas se unieron al cóctel de placer y malos vicios. Casi seis meses después de la nueva apertura desaparecieron varias mujeres del local, las cuales jamás volvieron a sus hogares o al propio negocio. A los siete meses uno de los camareros apareció ahorcado en su casa, sin nota de suicidio ni incidentes previos que pudiesen imaginar tan fatal desenlace. Los dueños empezaron a perder clientela, algunos clientes empezaban a quejarse de un frío atroz en las diversas salas y uno de los empleados hablo de una silueta que parecía mirarle allá donde se moviese. Poco después, tras la desaparición de una tercera joven, cerraron.

En el año 2.010 un sexagenario decidió invertir sus pocos ahorros en la sala de fiestas. Abrió un nuevo negocio más decente y familiar. Era un local de comidas y bebidas cuya apertura se alargaba algo más que en los locales colindantes. Empezó bien. Hizo nuevos amigos en la zona. El carisma del propietario y su buena fe provocó que accediera a dar cobijo a un joven, el cual tenía que viajar habitualmente a la ciudad por problemas médicos. El hombre dejaba que durmiera en la sala inferior, acomodándose en varias bancas, para que no gastase demasiado dinero en la ciudad. Lo hacía porque sabía que era la penuria económica, pero esa buena voluntad, ese deseo de ayudar, le llevó a la tumba. Sin previo aviso fue asesinado. Dicen que tras una acalorada discusión, que hasta la fecha no se ha logrado esclarecer, el joven le abrió la garganta con una afilada navaja y luego intentó deshacerse de él en un cenote cercano. Sin embargo, debido a la precaria salud del muchacho y sus escasas fuerzas no logró trasladar el cuerpo demasiado lejos. Desfallecido se echó entre las mesas y decidió descansar. En ese momento fue descubierto por la policía, pues pudieron verlo trasladando el cuerpo hacia un lugar próximo. No negó los crímenes, pero dijo que una voz se lo ordenaba reiteradamente. Eso fue en el 2011 y desde entonces sigue cerrado.

La noche del 22 de Junio del 2012 me hallaba frente al edificio. La puerta me incitaba y me inquietaba la sensación que me provocaba. Decidí tomar valor y subir los escasos peldaños, introducirme en el edificio y, con mi visión vampírica, rastreé palmo a palmo la parte inferior. Noté como algo me observaba. Digo algo porque no era alguien. Al subir por las escaleras, al piso superior, el olor a difunto llenó mis fosas nasales. Había notado ese aroma, pero supuse que podría ser algún animal muerto. Si bien, ahí estaba Héctor. Aún su cuerpo estaba caliente, pero se hallaba en un charco de sangre. Las viejas mesas de la sala de fiesta estaban desperdigadas por la habitación, como si se hubiese defendido contra algo invisible. Unos ojos, de una luz ligeramente rojiza, aparecieron en un rincón. Después nada. El sonido de pasos, un murmullo y una leve risa. Estaba acostumbrado a esos seres. Los humanos los llaman demonios, para mí sólo son espíritus que juegan y se burlan de la frágil mente humana.

—Muy divertido—dije en voz alta—. ¿Te sientes cómodo en tu pirámide maldita? ¿Acaso quieres matar a todos los Indiana Jones del mundo? ¿Éste es tu templo perdido?—murmuré llevando mi mano derecha al bolsillo interior de mi chaqueta.

—No eres humano—susurró inquieto—¿Qué eres?

—Podría decirse que soy un cuerpo animado por el alma de un anciano, el cual tuvo la suerte de poseer éste cuerpo y quedarse anclado gracias a la Sangre donde yace un ser como tú. Al menos, parte de ese ser—murmuré.

Había hablado con una voz similar. Una voz que procedía de mi cabeza, aunque no estaba seguro. Era una sensación extraña. Sabía que podía estar en lo cierto, pero mis investigaciones no habían sido revelada a ninguno de los milenarios o jóvenes con los que trataba. Aquello era un misterio y yo lo soportaba a duras penas. Entonces, mientras cavilaba, aquella cosa me atacó tirándome por la cristalera central hacia el asfalto.


Me incorporé, sacándome los cristales mientras huía a refugiarme. No quería ser visto por mortales. En medio de los setos, de un jardín cercano, pude ver como la policía se aproximaba al lugar. Era un coche patrulla que estaba cerca y decidió trasladarse al observar como algo atravesaba la zona acristalada. Por mi parte noté como ese ser se apaciguaba. Habían descubierto otro horrible crimen del cual hablar. Otro más. El edificio quedaría precintado hasta nueva orden judicial. Eso era lo que quería. Deseaba ese lugar para sí, como si fuese un viejo dios guardando su templo. Tal vez lo fue en su momento. Quizás por eso había decidido hacerse con la zona y toda la estructura que se imponía en medio del corazón de Yucatán. Tal vez regrese para averiguarlo, pero de momento prefiero centrarme en los pormenores que están sucediendo entre la tribu.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt