Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 25 de abril de 2015

Tan fuerte como hermosa

Cuando la contemplas ves a una mujer menuda con andares de hombre, pero con un toque femenino que no puede controlar pese a todo. Tiene unos ojos grises que pueden cambiar el mundo. Jamás entenderé del todo al ser que tengo ante mí, quien me dio la vida y yo le ofrecí otra bien distinta. Era severa como madre, pero se convirtió en una columna firme cuando me sentía perdido, hundido y acabado. De joven, cuando tan sólo era un muchacho mortal, la veía como una de esas princesas que solían estar encerradas en altas almenas esperando a su príncipe. Pero el príncipe no iba a venir a por ella. Sólo vendría la muerte. Una muerte que estaba cada vez más próxima.

En estos momentos la contemplo casi desnuda, con una ligera túnica de algodón blanco pegada a su figura. Usa una pequeña concha para rociarse agua caliente de las termas de éste lugar. Ha vivido aquí todo este tiempo. Durante mis años de furia en la cual quería destruirme en mitad de mi terrible depresión. Disfrutó de la soledad y la compañía de otras mujeres, las cuales conversan con ella como si fueran ángeles. Jóvenes músicos tocan para ellas, sonríen como dulces querubines en mitad de una iglesia y ellas conversan sobre temas de actualidad. Pero, ahora que he venido a verla, la contemplo a solas. No le importa que la observe como un animal salvaje. No es mi presa, pero lo parece.

Pobre de aquel que transforme a alguien de su familia en vampiro. El vínculo se vuelve más fuerte y a la vez más tirante. No puedo vivir sin ella, pero tampoco a su lado. Ella es libre. Va y viene. No tiene dueño. Jamás tuvo un líder claro al cual seguir. Aún así ha aceptado que yo sea el Príncipe de los Vampiros. Ella me trajo aquí, me acompañó ante Sevraine, su corte de amazonas de la Sangre, Gremt y los fantasmas de Raymon, el amigo de la Talamasca de Marius, y Magnus, mi padre vampírico. Me pidió que la llevara entre mis brazos, a expensas de mis locuras y torpezas, confiando plenamente que la traería hasta las profundidades de ésta isla volcánica cuyas ciudades son subterráneas y llenas de esplendor de otros siglos. Me enseñó más que todo lo que yo había visto en mucho tiempo, me llenó de información que me arrancó el aliento y me sumergió en una catexis descontrolada.

Ahora él ve con mis ojos y mis ojos ven más de lo que jamás han visto. Lo siento cerca. Noto a Amel junto a mí en todo momento. Sin embargo, ella se baña casi desnuda frente a mí. No me teme. Sigo siendo su hijo. Pese a todo soy el joven que corría por la nieve e intentaba sobrevivir. Soy el mismo hijo que sobrevivió a todos sus vástagos y casi la mato durante el parto. El mocoso que lloraba cuando se caía y que no levantaba, sino que miraba pacientemente como lo hacía por mí mismo porque esa era su lección, su don para mí. Nadie me iba a levantar si yo no lo hacía. Me hizo fuerte. Creó a un hombre intrépido y decidido. Ella hizo de mí el hombre que no pudo ser. Sin embargo, ¿cómo es mi madre? Siempre descubro algo nuevo de ella y eso me asusta, pero también me atrae.

Muchos dicen amar a sus madres, pero pocos harían lo que yo he hecho por ella. Tal vez fue sólo un arrebato, aunque creo que fue más bien un sueño que no quería perder. Me convertí en su padre, pero jamás he llegado a ser severo con ella. Siempre me abierto mis brazos para que venga hasta a mí. Y eso hago, llevo un rato con los brazos abiertos y ella ríe de esa forma tan peculiar. Hace que se vea como una jovencita cuando lo hace. Parece la risa de una niña. Y, sin embargo, es esa mujer indomable que te arrancaría el corazón si pretendes interponerte en su camino. Dual y hermosa. Ella es mi madre. Me siento orgulloso de ella, pues sé que tengo parte de su encanto y poder.


—Madre, el hijo pródigo ha venido a verte.

Lestat de Lioncourt 

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt