Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 27 de abril de 2015

Ophelia y Abelardo

Quinn, está muy bien que quieras estar alejado... ¡Pero estamos preocupados! 

Lestat de Lioncourt

La soledad pude ser cruel e injusta. Me sentía solo. Pese a los continuos abrazos de mis abuelos, que durante gran parte de mi infancia creí mis padres, y la relevancia de las figuras maternales de las criadas, las cuales me atendían con cariño y esmero, sentía que me encontraba perdido y algo, quizás demasiado importante, creaba un hueco en mi corazón e historia.

Durante décadas tuve que escuchar el murmullo de la locura, el asco y la repugnancia de los escasos compañeros de pupitre que tuve, y el miedo exacerbado de mi familia. Podía ver a mi propio reflejo sonriéndome, hablándome de amor y prometiéndome que no me dejaría solo. Por un tiempo fue un gran alivio. Creo que me enseñó a leer y comprender el mundo adulto durante mis primeros años de vida, pero después se convirtió en un bufón y una sombra que danzaba frente a mí con mi propio rostro, mis manos suaves y mis ojos azul zafiro. Un largo escalofrío recorría mi columna vertebral cuando escuchaba su voz diciéndome que me amaba, cuando el ordenador se prendía iluminando una pantalla oscura con un mensaje repetitivo de amor, comprensión y necesidad. Él era Goblin. Le puse nombre antes que otros me explicasen el significado de la palabra.

Tuve que soportar numerosos tutores. Pocos fueron agradables conmigo y con mi especial compañero de juegos. Creían que era un amigo invisible que cubría mis malos actos, mis contestaciones absurdas y las risas sutiles que podía llegar a contar con los dedos de la mano. Notaba su presencia a mi lado aunque no pudiese verlo. Era como el aliento de un muerto rozando mi nuca. Nunca creí que fuese un fantasma, sino un espíritu que se personaba ante mí intentando aliviar la misma soledad que yo sentía.

Al crecer me percaté que si estaba solo, hundido en mis miserias, no eran por los fantasmas de la casa, ni por vivir en un lugar que estaba marcado por los parapsicólogos, sino por él. Por hablar de él. Si evitaba el tema, lo ignoraba y seguía mi vida podía entablar ciertas relaciones. Sin embargo, él se volvía violento y misterioso. Hacía tal hincapié en ser escuchado que no podía huir de él en absoluto. En los breves viajes lejos del pantano donde me crié, mi adorado New Orleans, pude ver como él desaparecía, sin fuerza alguna, y supe que era mi vivienda la que le daba fuerza. El lugar que amaba era su cárcel, mi cárcel... nuestra celda.

Decidieron internarme en un hospital en New Orleans cuando sólo contaba con dieciocho años. Aquella noche, después de una evaluación psiquiátrica favorable, conocí a una joven. Ella era Mona Mayfair y puedo jurar que es, sin lugar a dudas, la criatura más hermosa que he podido ver. Acababa de conocer a mi nuevo tutor, un hombre caballeroso y amable, al cual dejé con miles de preguntas en el tintero y mi tía como carabina. Tuve que aproximarme a ella, junto a aquel hombre que decía ser un detective de lo paranormal y que recordaba fugazmente, para sonreír como un idiota y comportarme como un quinceañero que balbuceaba cosas absurdas que ella tenía como reales. Podía ver a Goblin, pero a Goblin no le gustó sentirse desplazado.

Ese fue el principio del final. Conocerla a ella fue la ruptura definitiva. Maduré. Comprendí al fin quién era, qué era el misterio de mi hogar, los diversos asesinatos y tramas grotescas que se habían dado, supe del paradero real de mi tatarabuelo y finalmente supe la verdad de mi linaje, de Goblin y del odio de mi madre.


Mi historia fue narrada en dos magníficos ejemplares, los cuales hoy acaricio con nostalgia. Me pregunto si el mundo me extraña. Tal vez nadie lo haga. Mona está frente a su portátil tecleando acelerada. Somos vampiros. Neófitos con poderes asombrosos y una maravillosa capacidad para evitar ciertos problemas. Ella ya ha conectado la radio. Benji habla de la nueva reunión que se dará en unas noches. No apareceremos. Es mejor que se guarde nuestros nombres en el corazón de quienes amamos. Por ahora deseamos estar alejados, comprendernos mejor y dedicarnos a ser Ophelia y Abelardo.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt