Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 9 de abril de 2015

Paciencia...

Vayamos por partes... ¡Él no me tiene paciencia y con Daniel sí! ¿Por qué? ¿Qué tiene él que no tenga yo? ¡Una explicación!

Lestat de Lioncourt

—A veces creo que te calmo como si fueses una esposa exigente—dijo en un murmullo—. Y tendrías todo el derecho a exigirme todo lo que quisieras.

—Disculpa—respondí tras una breve carcajada.

Me encontraba tumbado en el diván, con los pies cruzados por los tobillos, mientras buscaba en mi Ipad alguna canción apropiada. Él tenía el cabello manchado de pintura. Había estado pintando. Posiblemente otra vez lirios. Desconocía porque insistía en ir a las viejas casas ruinosas, meterse en sus desiertas y destartaladas habitaciones, para pintar aquellas selvas y esas flores. Insistía.

Sinceramente, me preocupaba. Sentía que él estaba en peligro y no yo. Él y su ocupada mente. Podía ver la preocupación en sus ojos. Siempre me impresionó su mirada, el sosiego de su voz y la paciencia inagotable que había tenido conmigo. No comprendía porque había sido así conmigo, pero no con otros. Tal vez se sentía en deuda, pero en esos momentos, en los cuales nos quedábamos a solas, sabía que me amaba.

Me había recuperado. Volvía a escribir. Investigaba por mi cuenta los sucesos que estaban ocurriendo en todo el mundo. Mis manos se movían rápidas sobre el teclado del ordenador, me dejaba llevar por la música y el ritmo desenfrenado de la sociedad brasileña. Amaba aquel lugar.

—¿Por qué?—preguntó escrutándome.

—En ocasiones careces de tacto, pero sé que jamás lo harías a propósito—me incorporé, fui hacia él y me tumbé junto a su cuerpo en el sofá contrario.

Una música salvaje sonaba de fondo. Los tambores, timbales, trompetas y distintos instrumentos de percusión y viento sonaban, la canción era en portugués y hablaba de dioses que ni él ni yo creíamos. Hundí mi rostro en su cuello, notando el aroma a pintura impregnada en su melena, mientras sus brazos me rodeaban.

—¿Cuándo admitirás que tienes miedo?—dije.


En esos momentos no tuve respuesta alguna, pero no me importó.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt