Impacto. Fue un impacto. Como un
chasquido de dedos. Fue algo que no puedo comprender todavía. Podría
catalogarlo de milagro, pero quizás es demasiado precipitado. Al fin
podía tener un instinto sexual depravado, como el de cualquier
muchacho, con tan sólo unas inyecciones de testosterona. Simplemente
me dejé impresionar. No me importó. Decidí que debía hacerlo,
pues quería probar mis límites. Soy yo, el príncipe malcriado, el
idiota irresponsable, el genio oscuro, la estrella del rock que aún
cree que puede subirse a un escenario igual que Bon Jovi y no alguien
responsable, comedido y razonable. No soy ningún inadaptado que
tiene miedo a comprender la ciencia, aunque para mí sigue siendo un
misterio. Quiero saber, comprender hasta la última palabra, pero mi
entendimiento en ese ámbito es limitado. Puedo comprender sus
maravillas, aceptar sus errores, ver con cierta ilusión la magia de
la evolución de sus estudios y lo precipitado que puede llegar a ser
todo. Disfrutar del contacto, la piel contra la otra, el calor, los
fluidos mezclándose, los besos intensos y esos ojos llenos de deseo.
Sí, extrañaba el aroma del sexo impregnando mi ropa. Por eso
accedí.
Recuerdo que quise ofrecerles algo más
que unas muestras. Ellos se sintieron halagados porque yo había
aceptado ese juego. Desconocía por completo que un hijo mío iba a
nacer. Que mi esperma iba a ser válido y que realmente no estamos
muertos. ¿Cómo íbamos a estarlo? Yo era un estúpido. Creo que
todos lo fuimos. Creíamos que éramos simplemente muertos que
volvían a la vida y no se nos podía matar con facilidad. Mentira.
Estaba equivocado. Sólo somos mutantes. Igual, tal vez, que los
Taltos. Unas criaturas que conocí en otras de mis aventuras. Seres
distintos, pero similares a los humanos. Eso éramos. Y todos
formamos parte de una tribu, de un todo, y ese todo es un ser vivo
que se unía a través de los siglos.
Podría hablar sobre ésto durante
mucho tiempo. Quizás susurraría el nombre de Viktor una y otra vez.
Mi hijo, mi heredero biológico, que ya posee mi propia estatura,
sonrisa y ciertos sentimientos similares a los míos. Puedo decir que
tengo un clon, otro ser igual a mí. Un ser que podría ser temido si
se convierte a la sangre, ¿por qué? ¿Imaginan a otro irresponsable
jugando con sus posibilidades, el arte, la ciencia y todos sus
privilegios? ¡Sería peligroso! Pero éste hecho, y no otro, ha
logrado sin duda alguna sacarme de mi depresión y hacerme despertar.
El peligro no ha pasado. Las aventuras
no han finiquitado. El mundo no está del todo a salvo. Hay muchas
cosas que decir. Tengo mucho que contar.
Sólo puedo decir que sigo amando, sigo
deseando, sigo soñando y sigo vivo.
Lestat de Lioncourt
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