Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 13 de abril de 2015

Para Antoine.

Recuerdo esos ojos. Unos ojos de intenso color azul. Parecía un mendigo a punto de perder la vida. Me recordó a alguien que amé, una persona que para mí simbolizó un antes y un después, y que trágicamente había perdido hacía mucho. Él era la muestra que las almas podían volver a la vida, en otro cuerpo y con un mismo destino. Su vida fue trágica, llevada hasta los límites de la irresponsabilidad y el dolor. Hablo de Antoine.

Nicolas era un músico excepcional, o al menos así lo creía. Su música arrancaba de mi pecho el dolor, provocaba que finalmente las lágrimas surgieran y el mundo tuviese unos matices distintos. Era como si la poesía misma se alzara tomara un violín y decidiese desfilar frente a mí. Sus ojos eran profundos y oscuros, pero en ellos podía leer la pésima relación con su familia y el deseo de ser amado por la luz de los míos.

Él, Antoine, me recordó a Nicolas. Vivía de la música. Era un pianista excelente, un buen compositor y un excelente borracho de taberna. Veía como dilapidaba el escaso dinero que tenía, se pudría el hígado con cada trago de whisky barato y brindaba en nombre de su hermano, el cual le había arrebatado un brillante futuro. Él cuya familia era adinerada y le habían ofrecido una esmerada educación, así como toda serie de privilegios y mimos, aceptaron las falacias de un hermano mayor y condenaron al pequeño, al insignificante en la línea familiar, a una vida de horror lejos de Francia.

Ambos veían en la música su escapatoria. El dolor, la música y el alcohol se mezclaban creando un sonido mágico. Creo que no pude contener mis lágrimas cuando sus ojos, tan azules como los míos, se perdieron en mi figura y buscó en mí un par de palabras de sutil consuelo. Sin embargo, tuvo algo más.

No sólo me recordaba a Nicolas, sino que era similar a Louis. Los tres tenían una vocación terrible a buscar la muerte, desearla, coquetear con sus esbirros y publicar deliberadamente, en cualquier esquina, que estaban dispuestos a morir a cambio de un segundo de falsa felicidad.

Pensé que debería resarcirme de mi error. Llené los bolsillos de Antoine para que compusiera para mí, empecé a adoctrinarlo como jamás hice con mis otras criaturas, y cuando creí que podría hacerlo mío, convirtiéndolo en parte de mi familia, me vi traicionado por mis dos grandes amores: Claudia y Louis. Por eso mismo, por ese motivo tan nimio, creo firmemente que tengo la culpa de su destino. Convertí a Antoine cuando vine del pantano, tras haber sido dado por muerto, para confabular una venganza y provocar que esos dos, mi familia, se quedasen conmigo y no pudiesen huir. Pero todo falló. Ambos salimos trágicamente heridos. Él decidió quedarse y yo le dejé una fortuna. Esa fue la última vez que vi al músico de ojos azules...


Y ahora, en éstos tiempos convulsos donde la tecnología es fácil de encontrar y rastrear cualquier pista, él me ha buscado a ciegas, dejándose llevar por rumores y esperanzas, para prestarme su apoyo. Yo, que lo dejé atrás. Yo, que no tuve remedio. Yo, que lo llamé amigo y terminé olvidando cuánto bien me había hecho su música.

Lestat de Lioncourt   

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Lestat de Lioncourt