Sus cartas de amor son testigo de lo eterno. Dan gracias a seguir unidos pese a todo. Muchas personas carecen del valor suficiente para vivir una historia así. Compadezco al que no sabe amar.
Lestat de Lioncourt
Hay sentimientos que ni el tiempo,
distancia o sufrimiento es capaz de borrar. Hay miles de amantes en
todo el mundo que dejan de amarse en un abrir y cerrar de ojos, son
superados por las circunstancias, se ven desbordados por pequeños
problemas que se convierten en altos muros y el mundo, ese que tanto
aman, se convierte en cenizas. Nosotros hemos superado grandes
problemas, retos inesperados, enfermedades y viajes prolongados.
Hemos superado la muerte.
El “hasta que la muerte os separe”
es imposible, pues la muerte nos unió. Aunque no estamos muertos.
Decir que estamos muertos es hipocresía. Tenemos una nueva vida.
Nuestro corazón sigue latiendo, respiramos, la piel se torna rosada
con la sangre caliente de nuestras víctimas y tenemos alma. Sí,
sigo creyendo que tenemos alma. Pero en definitiva, por mucho tiempo
que pase, no veremos tumba alguna.
Tu cabello de fuego jamás se apagará,
aunque puede que tus pecas se atenúen. Es posible que mi piel
comience, con el paso de las décadas, a ser de mármol. Esos ojos
tuyos verdes se ven más fieros, como los de un asesino, pero también
más apasionados y cálidos cuando me contemplan. Los míos, que son
azul zafiro, centellean cuando contemplan el perfil desdibujado de
nuestro nicho de amor, el Santuario, donde los mosquitos zumban, las
luciérnagas tienen su meritorio hogar y los caimanes despiezan los
cadáveres de nuestras pobres víctimas.
Nuestro amor ha soportado una guerra
entre familias, que resultó ser la misma. Hemos aceptado la
distancia, para luego afrontar una enfermedad que te arrastraba. Él,
el gran Lestat del que todo el mundo habla, se presentó ante mí
para ayudarme y acabó ayudándote a ti. Te dio una nueva vida y a mí
me alivió el dolor de verte morir, convertida por siempre en Ophelia
sobre mi propia cama.
Hay quienes atestiguan que la historia
más romántica es la de Romeo y Julieta, donde sólo hay muerte y
destrucción en menos de una semana. Tampoco somos Calisto y Melibea.
Sólo somos dos Jóvenes Ocultos, Hijos de la Sangre, que caminan por
el Jardín Salvaje donde muchas flores pueden ser tóxicas y otras la
cura para cualquier herida. Y tú, hermosa mía, eres la cura para
cualquier herida.
Te he amado siempre. Te amaré siempre.
Tú, Mona Mayfair, eres el fruto apasionado de un jardín al que
puedo llamar Paraíso.
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