No sé que sienta Armand... pero a mí me trae malos momentos. ¡Con él tuvo paciencia! En fin, texto de Daniel para Marius.
Lestat de Lioncourt
Tal vez nos cuesta en exceso
resignarnos. Quizás es eso lo que, mágicamente por impulso, nos
mantiene vivos. No recuerdo demasiado bien mi infancia, pero creo que
siempre tuve ciertos sueños que alcanzar. Cuando no levantaba más
de unos palmos del suelo, con mis cabellos revueltos y el tazón del
desayuno, veía a los periodistas en los lugares más peligrosos e
increíbles. Pensaba que eran los verdaderos héroes, pues
transmitían la verdad al mundo y les arrebataban las vendas de los
ojos a quienes creían que la guerra, el hombre o la miseria
acumulada en los años de conflictos, eran, sin duda alguna,
beneficioso para alguna nación.
Creo que decidí estudiar periodismo
por los viejos sueños infantiles. Pensé que eran capaces de
encontrar luz entre los escombros del mundo. Sin embargo, me percaté
que sólo eran alimañas en busca de pedazos de un cadáver
maltrecho. Tomé un camino distinto. Me arriesgué a ser otro tipo de
periodista. Buscaba historias reales, aunque no terriblemente
dramáticas, para mostrarle al mundo que hay historias que merecen la
pena, pese a no ser un cruento combate o un niño moribundo picoteado
por un buitre.
Fue así como le conocí. Todo empezó
por un deseo insondable de saber la verdad y conocer el dolor que
yace en otros corazones. Ingenuo. Ahora todo resulta muy ingenuo.
Jamás pensé que perdería la cabeza, que vería desastres terribles
y comprendería lo aguda que puede ser la sangre, el dolor y la
tragedia. Vi más muerte a mi alrededor que cualquier periodista de
guerra. Pude quedar marcado por siempre, pero sus brazos me salvaron.
Sentí como él me rodeaba apretándome
contra su pecho, dándome algún que otro entretenimiento y
escuchando mis escasas palabras. Mis ojos se cruzaban con los suyos,
en los cuales veía paciencia y bondad. Su voz, masculina y
seductora, se convirtió en el hilo que me mantenía vivo. Otros lo
han tachado de ingrato, cruel y destructivo. Sin embargo, yo he visto
en Marius el ser bondadoso que puede llegar a ser. Arrepentido,
hambriento de compañía y necesitado de amor me entregó su tiempo y
esfuerzo. A cambio, por supuesto, tiene mi lealtad y mi amor
absoluto. Jamás he amado tanto. Creo que nunca me vi amando a otro
ser como lo hago en estos momentos.
Iré donde él vaya. Seré fiel a sus
deseos. Aunque él busca mi felicidad. Pero, sin duda alguna, no se
puede ser feliz alejándonos de la verdad. Es tiempo de lucha. Es
tiempo de sacar a la luz lo que somos realmente. Tenemos que
experimentar, creer y aceptar. Es hora de despertar.
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