Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 16 de abril de 2015

Por siempre separadas.

Recuerdo cuando la vi aparecer, a Mekare, y sentí su fuerza. Me parece increíble que dentro de ella no hubiese pensamiento racional alguno. Pobre, Maharet. Espero mucho tiempo para nada. Aún así la cuidó con cariño y esperanza. 


Lestat de Lioncourt

El silencio de mi hermana era perenne. Podía ver en sus ojos azules la nada contemplándome como un espejo terrible. Palpaba sus manos blancas, tan similares a las mías, y hablaba suavemente en nuestra vieja lengua. Tenía grandes esperanzas. Deseaba volver a contemplar a la mujer que siempre mostró firmeza y poder, pero sólo veía a una niña perdida intentando regresar a casa.

Caminaba a su lado, por los senderos frondosos de un mundo perdido. Intentaba mostrarle el mundo que a duras penas podía contemplar. Aquellos ojos, los de mi bondadoso Thorne, parecían un guiño terrible a un acto cruel. Ella no me miraba. No atendía. El dolor aumentaba. Khayman guardaba silencio, como una estatua de mármol, en mitad del camino con los brazos cruzados y una leve sonrisa. Ambos guardábamos sueños, esperanzas y deseos. Acumulábamos dolor, pero ni siquiera Jesse, o cualquier otro cercano a nosotros, podía saberlo.

Los espíritus nos envolvían en otra época. Hermanos, compañeros de secretos y poder. Podíamos contemplarlos en su inmensidad, sentirlos junto al viento y la lluvia. Descalzas, con el cabello revuelto, bailábamos entre las montañas que nos guarecían. Nos contemplábamos como si fuéramos un espejo mientras ellos se levantaban. Eran como un enjambre. Pertenecíamos todos a una misma tribu. Todos éramos una familia. Alzábamos los brazos sintiendo la felicidad y la libertad, la cual se nos fue arrebatada. El dolor entumeció nuestros brazos. Las cadenas no lograron doblegarnos. Una ciega y la otra muda. Sin embargo, los espíritus seguían danzando hasta que sintieron que nos giramos, dándoles la espalda, cuando en realidad sólo deseábamos luchar por volver a las viejas montañas.

Cuando la veía, allí en su eterna quietud, rogaba por volver a verla bailar. Su sonrisa era una máscara de bondad. Ella no me buscaba, pero yo la buscaba a ella. Quedó destrozada, sumida en el dolor y la amargura, para no volver. Estaba su cuerpo, pero no su espíritu. Él lo sabía. Nuestro hermoso y bondadoso guardián. Él lloraba a escondidas. Sabía que nos habíamos condenado cuando las tierras de Kemet eran aún un jardín salvaje de arena y poder incalculable. La Reina nos condenó. Ella no era la única que cargaba con una condena evidente.


Por amor la guardé entre mis brazos. Por amor pensé que debíamos morir antes que todo quedase destrozado a nuestro alrededor. Por amor, cuando las Quemas aparecieron, yo quise llorar. Por amor los tres nos alejamos de todos y rogamos que la Voz, nuestro antiguo compañero Amel, dejase de alentarnos para causar estragos terribles.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt