Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 16 de abril de 2015

París

Memnoch y Nicolas... ¿juntos? Mal plan... 

Lestat de Lioncourt


París. La predilección por la ciudad del amor y la pasión. La música puede surgir en cada esquina, puedes ver postales románticas de películas típicas de cualquier cine veraniego, el aroma a pasteles inmunda los pulmones y el café calienta tus dedos frágiles. Sí, París. Puedes sentirte parte de la ciudad nada más llegar, sin esperar a dejar de ser un terrible desconocido. Aprecias todo, inclusive el ruido del tráfico y las abarrotadas aceras de las calles más céntricas. El sol brilla siempre con un ritmo distinto y los parisinos glorifican su ciudad, sus monumentos, su comida y, ante todo, su cultura cargada de pasión, romances indiscretos y moda. Porque París también es moda. En ésta ciudad puedes hallar diferentes estilos de vida desde: bohemias y salvajes... hasta modernos empresarios, desfilando con sus mejores prendas.

Siempre es buen momento para tomar un café. No importa necesariamente estar acompañado. Lo ideal es beberlo poco a poco, sorbo a sorbo, y dejar que la ciudad te envuelva. Ella te aleja de todo. Adormece al cosmopolita y lo entrega a un delicioso sopor. Si amas el café amarás sus cafeterías, que antes eran el centro del arte y el debate político.

Me disponía a contemplar mi taza. Blanca y perfecta. Humeaba ligeramente junto al pequeño pastelillo. Todo era encantador. Desde la diminuta cuchara hasta el pequeño plato, de porcelana barata, que sujetaba ambos lujos. Porque el café es un lujo, igual que tomar un descanso.

—Supuse que estarías aquí—dijo desde la mesa contigua, tras un pesado periódico y unas enormes gafas de sol estilo aviador. Parecía un muchacho más. Uno de esos bohemios que se detienen a contemplar mejor la urbe que tanto desean.

—¿Qué se le ofrece al Príncipe de los Infiernos de éste pobre ayudante? ¿Ni siquiera puedo sostener una taza de café?—pregunté con una ligera sonrisa.

—Sí, pero en mi compañía. ¿O ya te es desagradable?—preguntó incorporándose, doblando el periódico y dirigiéndose hacia mi mesa. Tomó asiento, dejó el periódico a un lado y esbozó su mejor sonrisa—. Oh, Nicolas... Nicolas... el violinista del Diablo...

—El loco del violín, ¿no es así?—susurré sin alterarme. Sin embargo, mi corazón palpitaba fuertemente.

Siempre creí en él, pero jamás pensé que fuese tan encantador. Él me dio una nueva vida. Una vida mucho mejor que ser un maldito vampiro. Podía disfrutar de ciertas cuestiones mundanas, pero sin abusar. Él me usaba como parte de sus tentáculos, aunque también como un símbolo de su poder sobre el corazón de Lestat. Aún no me había usado lo suficiente. Era preciado para él. Yo lo sabía. Su maldad podía ser algo infantil, pero lo deseaba.


De improvisto tomó mi muñeca derecha, apretando sus dedos entorno a ella, para besarme lentamente en los labios. No lo impedí. Ciertamente lo gocé. Ser su fulana era mucho más apetecible que ser la de un insufrible y coqueto artista parisino. Lestat jamás me hizo hueco en sus planes. Nunca me amó como tanto exalta. Y lo maldecía junto a todas sus creaciones. Odiaba a todos. El rencor ennegrecía mi corazón. Sin embargo, seguía latiendo dulcemente cuando él, un ser proscrito como yo, rozaba mis labios ofreciéndome una pizca de verdad y unas cuantas mentiras.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt