Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 13 de mayo de 2015

Abrumado

Armand se siente abrumado, pero creo que todos lo estamos. Somos una tribu. 

Lestat de Lioncourt


He vivido muchas veces miles de decepciones, sin embargo ahora intento sobrellevarlas con más ímpetu. Canalizo el dolor a través de viejas poesías, videos donde puedo observar los distintos momentos del día y contemplar la evolución de las calles cercanas a mi edificio. Me encierro en mí mismo. Intento enfatizar con el exterior, mezclarme con todos en las grandes producciones de teatro y disfrutar de las exposiciones de arte más vanguardistas; sin embargo, me siento solo. Creo que estaré siempre solo. Me hallaré en la oscuridad más pétrea buscando la solución, pero la luz no llegará.

Él se llevó parte de mí. Arrancó mis ilusiones y las destruyó. Cada mentira que murmuraban sus labios, cada caricia que envolvía mi alma, se convirtió en una tortura. Marius no reconocerá jamás sus errores. No lo hará como yo deseo. Soy un juguete roto que pasea por las calles sin dueño, sin compromiso y prácticamente sin esperanza. Benjamín me observa minuciosamente cuando tomo asiento en silencio. Me contempla como si fuese un ángel, pero sabiendo bien que soy un monstruo. El rubor de mis mejillas, la tonalidad rosácea de mis labios, y el calor que desprendo avisan que he matado de nuevo. He arrebatado una vida sin sentir repulsión por mí o por el pobre diablo que yació en mis brazos.

Antoine parece empeñado en estar junto a mí, comprendiendo la vida misma desde la muerte y la frustración de mis ojos pardos. Sus ojos azules son un océano que provoca que me ahogue en ellos. Quiero llorar cuando escucho la música desgarradora que logra arrancar de cada una de las cuerdas de su violín.

Hoy, precisamente hoy, me he sentado en uno de los salones observando como las noticias se dispersan por las ondas de la radio. Internet es brillante. He aprendido a utilizar varios tipos de aparatos que poseen la capacidad de conectarse a las redes sociales, bancos, páginas web de información y diversos portales de vídeos donde puedo descargar música, noticias, innovaciones artísticas y diverso contenido que parece atraer a los más jóvenes. Por ello me he sentado allí, para observar la nueva página que Lestat ha pedido construir, hay numerosa información sobre todos nosotros, listas de desaparecidos en las quemas, homenajes artísticos a todos nosotros y estamos comunicando notas de prensa donde se ruega asistencia a diversos actos. Es una maravillosa locura. Creo que es una oportunidad única. Sin embargo, me veo en la necesidad de observar todo y dejar que el tiempo discurra frente a mí. Mis ánimos están bajos, el dolor no desaparece y Antoine insiste en pedirme una oportunidad con tan sólo una mirada.


Todavía no sé que hacer. Quiero huir, pero mi responsabilidad me lo impide. Quiero creer, aunque ya no quedan cuentos de hadas que pueda asumir. Soy un niño perdido, un adolescente eterno, que intenta sobrellevar el momento más dulce que jamás ha vivido. La felicidad siempre me ha aterrado. Ya no soy líder de una secta, ni el director de un teatro podrido hasta los cimientos de oscuridad y crueldad, tampoco soy el muchacho perdido con lágrimas en los ojos de las calles de Venecia. Doy las gracias al pasado por haberme enseñado a amar y odiar. Deseo abrazar la pasión de éste fabuloso comienzo, pero el temor, intrínseco en todos nosotros, a veces provoca que quiera alejarme.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt