Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 19 de mayo de 2015

Parte de mí.

Santino y sus verdades. No sé si mentía, pero al menos parece más sincero que Marius.

Lestat de Lioncourt


En mi interior el miedo se convirtió en fe y la fe se transformó en maldición. Caminé por el mundo siendo el monstruo perfecto que todos esperaban. La oscuridad y la sangre alimentaban la fuerza irreductible de mi frío corazón. Sin embargo, al contemplar sus ojos castaños parte de mi demencia se evaporó. Supe que tenía que protegerte. Ésta bestia que jamás supo curar sus cicatrices, esas tan profundas que jamás dejaron de supurar odio, abandonó parte de sus juramentos por colocar mis ásperas manos en tu pequeño rostro. Eras un muchacho enjuto, de piel de leche y labios rosáceos que imploraba perdón y vida.

Te salvé de las llamas. Salvé al santo que querías ser y lo convertí en mendigo de una secta de desalmados y desquiciados fanáticos. Intenté que pudieras caminar sobre las ascuas. Lo hice por amor. Me enamoré de tu alma destruida, como la mía, y vi en ti el muchacho que una vez fui. Quise darte lo poco que tenía y me acostumbré a mostrar frialdad. Mi brusca forma de amar te hirió gravemente, pero aún así supiste perdonarme. Sabes que para salvar al monstruo que caminaba a tu lado, ese que te guardaba como un ángel contemplativo, debías perdonarlo como sólo Dios podía hacerlo.

Quise decirte que te amaba en miles de ocasiones. Mis labios rozaban tu cuello y mejillas, pero jamás limpiaban tus lágrimas. Deseaba que tuvieras la fuerza que yo ya no tenía. Tenía que verte firme y lejos de mí. Te pudría. Era el veneno que ensuciaba tu corazón. No me sorprendió que te convirtieras en el ser que ahora eres. Dejé que te fueras. Después de otras decepciones, profundas y reveladoras, dejé por completo la fe y me dejé arrastrar por mi lado impío. Abandoné mi cobardía y acepté el amor que yacía junto al monstruo de mi interior.

Cuando cubrí mis dedos con anillos de oro, cambié mis túnicas raídas por ropas de seda y terciopelo, recordé la belleza de los frescos que una vez amaste. Vi la luz en la oscuridad de mi alma y comprendí que si volvíamos estar frente a frente besaría tus mejillas, daría gracias por tu perdón y te estrecharía entre mis brazos hasta sentir que mi cuerpo se fundía con tu alma.

Fui la bestia que te custodió. Soy el demonio que alimentó tu dolor. Me convertí en un recuerdo amargo. Fortalecí tu alma y te di las armas necesarias para los días oscuros que nos envolvieron a todos. Sigue luchando querubín. Sigue siendo el guerrero que yo armé. Sin embargo, ahora lucha por encontrar la felicidad y el amor que ninguno supo explicarte ni ofrecerte.



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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt