He conseguido ésta nota. No se destruyó. Quedó para la historia. Jesse nos la ofreció.
Lestat de Lioncourt
Siempre deseé volver a verte. En los
breves instantes en los que podía descansar, hundiéndome en dulces
sueños y no amargas pesadillas, nos veía a ambas en aquel valle
lleno de frutos y de un manto color verde. La hierba rozaba nuestros
tobillos desnudos, las túnicas eran ligeras y vaporosas, el viento
enredaba y peinaba nuestros cabellos, los espíritus hablaban con
nosotras contándonos los misterios del mundo, la verdad absoluta de
las cosas y los encantos ocultos en los manantiales, rocas y diversas
criaturas. Las preguntas eran murmuradas sin necesidad de palabras.
Las miradas eran como llamas que ardían en plena noche. Nuestra
madre nos contemplaba amorosamente cocinando algo para ambas. Ella
nos amaba. Nosotros la amábamos. El mundo entero parecía amarnos.
Los vientos, la lluvia, la tierra y todos los seres eran nuestros
hermanos, parte de nosotros y de la historia. Por eso siempre deseé
volver a tenerte frente a frente, entre mis brazos, sintiendo la vida
que yacía en tu pecho y el murmullo de tu aliento.
Pero no fue como yo quería. No te
recuperé. Sólo tenía el envase hermoso que siempre conservó tu
alma destruida. Tantos años sola, desvalida, sin saber donde pisaban
tus pies heridos y las noches, esas noches cargadas de estrellas y
miseria, pudrieron tu cerebro y dañaron lo que eras. Te convirtieron
en un ser yermo y vivo a la vez. Eras como esas flores que sienten,
son hermosas, pero no pueden vivir por sí mismas ni son capaces de
expresar el amor que aún conservan. Algo en ti aún vivía, latía
debajo de tu piel, y supe que si tenías que morir que fuese junto a
mí. No quería vivir sin ti. Pensé que todos lo comprenderían. Que
él, nuestro amado Khayman, no nos odiaría por aquel acto
desesperado. Sin embargo, también sabía que todos morirían. No
teníamos escapatoria.
Tenía miedo Mekare. Tenía miedo y tú
no estabas. Por primera vez estaba aterrada como cuando éramos niñas
y tú no podías apretar mis manos. Sin embargo, sé que algo en tu
interior me decía que seguías latiendo y no te defraudara. Por eso
no lo hice. Por eso conservé la calma y recé porque las Quemas no
se sucedieran. Khayman enloquecía. Él no estaba hecho para vivir en
la eternidad. La Sangre lo dominaba. La voz lo incitaba. El mundo
yacía a sus pies convertido en cenizas.
Aún tengo miedo...
20 de Noviembre del 2013
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