Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 24 de junio de 2015

Esperanza

Louis tiene esperanzas, pero no es el único. Yo también tengo mis esperanzas puestas en este futuro, este nuevo amanecer donde todos somos uno. Hacía mucho tiempo que deseaba que todos nos uniéramos, pero no era capaz. Tenía miedo. El miedo nos puede convertir en cobardes. 

Lestat de Lioncourt

Hay esperanza. Pensé que no encontrará jamás refugio a mi alma en éste sórdido mundo. Vi el paraíso cargado de rosas de sangre, siendo nosotros la semilla de un mal que asechaba en las ciudades peor que una plaga, y sentí que jamás redimiría mis pecados. Sin embargo, todavía no sé si hay un Dios que pueda perdonarme o condenarme. Durante décadas me sentí símbolo del Diablo y creí estar condenado al infierno en vida, pero estaba equivocado. Me creí muerto, pero sólo resucité mi alma en un cuerpo mejorado.

La esperanza la había perdido, pero él la ha regresado. Ha sido como ver descender un ángel de los cielos, notar la pureza del amor de Dios y sentirnos bendecidos. Puedo ver al fin una luz similar en el mundo. Igual que la luz amable que entra de las vidrieras de las viejas iglesias europeas. Es como una comunión sagrada en medio de una eterna noche apocalíptica.

Decenas de corazones se unieron a los nuestros, al mío propio, mientras escuchábamos su voz en las ondas de una radio que se ha convertido en un lugar sagrado, místico y único. Nos arremolinamos todos alrededor de los aparatos más modernos, del mismo modo que los insectos a la luz, sintiendo que morimos y vivimos a la vez. Estábamos conectados y no lo sabíamos, éramos seres vivos y nos creíamos muertos, aceptamos unas normas sin siquiera tener claras la condena y ahora, huérfanos del miedo y el caos, nos sentimos más libres para ser nosotros mismos y al fin, tras mucho tiempo, ser felices.

Desconozco si esta paz es la que alguna vez mi hermano Paul tuvo cuando se arrodillaba frente a su pequeño cristo, con las manos juntas y los ojos fijos en aquella hermosa escultura. Sus labios se movían con fe y sus ojos hablaban de fiebre, verdad y miedo. Tenía miedo a la muerte, pero aún más a los demonios que ocasionalmente lo visitaban. Me pregunto si eran demonios como yo o ánimas perdidas. Lo desconozco. Pero ahora creo que él no estaba loco, ni enfermo, sino que quizás realmente había contactado con un hecho más grande que nuestro pequeño intelecto.

Mi fe es fuerte, pero no es una fe sagrada y centrada en la figura de un mesías. Aunque, ¿podríamos considerar mesías a Lestat? Tal vez. Aunque creo improbable que alguien pueda alegar que él es el mesías de los vampiros, pese a que su sangre es sagrada y es fuente de una fuerza inconmensurable.

Si escribo estas líneas, perdidas en un océano de miedos y pecados, es porque comienzo a llegar a la orilla. Ya no sufro por la muerte de Claudia, aunque es un recuerdo recurrente y doloroso. Sólo sufro porque condené mi amor, mis recuerdos y la verdad. Ahora, libre de toda carga, quiero recuperar lo que nunca fui. Deseo vivir con un peso menor en mi corazón. No hay miedo, no hay culpa, no hay odio, no hay dolor y sólo puedo decir que en medio de la paz, esta paz que parece ser frágil, puedo encontrar al verdadero hombre que jamás llegué a ser.


Debo empezar a pedir perdón y a reconocer mis aciertos, como mis desafortunados tropiezos, del mismo modo que el amor que le profeso pese a todo a ese idiota que ahora es dueño de la esperanza, el futuro y el poder.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt