Khayman era y será una figura clave en nuestra historia aunque haya desaparecido.
Lestat de Lioncourt
Cuando la venganza se convierte en tu
medio de vida acabas perdido, igual que un idiota en el desierto.
Jamás busqué venganza. Sólo quería que ella desterrara la idea de
destruir a las gemelas. Para mí era importante saber que ellas, las
mujeres a las cuales le di la vida eterna, jamás se convirtieran en
trofeos de guerra. Sin embargo, el dolor cubrió el mundo entero y
ella terminó vistiéndose de luto en su propio funeral.
Siempre mantuve la esperanza. Jamás
permití que la ira y el odio me consumieran como una vela encendida.
La esperanza habitaba en mi pecho y esperaba que la mujer que una vez
me salvó, que quiso rescatar lo poco que quedaba de mí, recordase
la escasa bondad que sostuvo una vez. Sin embargo, esa bondad había
quedado consumida, alterada, hundida en los recuerdos y convertida en
polvo. En ella sólo quedaba ambición y terquedad.
Mi amor por Maharet era tan grande que
siempre luche por salvarla, por mantenerla viva lejos de todos los
guardianes y guerreros que podía tener la reina malvada, pero
finalmente me convertí en un lastre. Yo, el Benjamín del Diablo,
era un ser terrible cuando alzaba la espada y gritaba a la guerra...
una imagen que pocos conocían y ella había visto en demasiadas
ocasiones. Si bien, en los últimos siglos, la paz llegó. Fue un
bálsamo agradable que se untó por todo mi cuerpo y me hizo sentirme
a salvo.
Pero la tragedia volvió. Regresé al
sendero de la sangre, el fuego y la destrucción de las almas. Me
alcé como un monstruo y permití que otro se adueñara de mis
pensamientos. Lloré su perdón. Supliqué su ayuda. Imploré que me
salvara del desastre. Odiaba saber que mis manos tenían sangre
inocente. Detesto que otros piensen que jamás me dolió arrasar
vidas, pues incluso los villanos y crueles asesinos eran para mí
víctimas de mi espada. Nunca me agradó la guerra aunque formé
parte de sus filas.
Mi espíritu está en paz. Mi tiempo ha
finalizado, pero no ha acabado para nuestros descendientes. La calma
se ha derramado sobre las cabezas de los supervivientes y eso, sin
duda alguna, me hace sentir feliz.
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